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El interesante caso del pastel gay

Una lección de la justicia: la libertad de uno no puede avasallar el derecho de los demás a su fe religiosa y libre conciencia

En 2014, el activista gay Gareth Lee, hoy de 52 años, dio pie a lo que los periódicos británicos denominan «la tarta más cara de la historia», pues desencadenó un pleito judicial que ha durado más de siete años y ha costado medio millón de libras. Todo arrancó cuando Lee acudió a la pastelería Ashers Baking, en Belfast, para encargar una tarta que debería llevar sobreimpresa una imagen de Epi y Blas, con el lema «Apoya el matrimonio gay» y el logo de una asociación a favor de los derechos de los homosexuales, QueerSpace. El pedido fue aceptado por un dependiente y el cliente pagó 36,5 libras.

Pero resulta que las pastelerías Ashers son propiedad de una familia cristiana norirlandesa, los McArthur, de firmes convicciones religiosas. Así que dos días más tarde le devolvieron a Gareth Lee su dinero y le dijeron que por sus creencias cristianas no podían aceptar su encargo, al no compartir su mensaje. El cliente los denunció, acusándolos de «discriminación por orientación sexual y por creencias políticas». Ganó el pleito en el juzgado de primera instancia y también se impuso en el tribunal de apelación de Irlanda del Norte. Pero la familia de pasteleros, apoyada por la asociación evangélica Christian Institute, recurrió a la máxima instancia, la Corte Suprema del Reino Unido, que les dio la razón.

Los cinco jueces del Supremo fallaron por unanimidad que no hubo discriminación alguna, «porque los propietarios de la pastelería habrían rechazado ese encargo fuese quien fuese el cliente. No se produjo una discriminación debida a la orientación sexual de Mr. Lee». Por su parte, la familia de pasteleros explicó que «no hubo rechazo al cliente, al que habíamos servido antes y volveríamos a servir de nuevo, sino al mensaje en cuestión, que iba contra nuestra conciencia».

El denunciante ha llegado al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, donde también ha sido derrotado. Peter Tatchell, uno de los más conocidos portavoces del movimiento LGTBI británico, ha explicado claramente el error de Lee, cuya cruzada judicial contra los reposteros cristianos no comparte: «¿Nos gustaría a nosotros que a un repostero gay se le obligase a hacer un pastel con un mensaje contrario a los derechos LGTBI? Yo no puedo apoyar que te obliguen a imprimir un mensaje que te desagrada profundamente».

El caso, conocido en el Reino Unido como «gay cake», ha dado allí mucho que hablar. Los cristianos han celebrado los fallos contra Gareth Lee como un triunfo de la libertad de fe y de expresión. Los tribunales británicos han recordado algo muy obvio, que en España se tiende a olvidar últimamente en nombre de ciertos mantras del autodenominado «progresismo»: la libertad de cada uno tiene su límite en no pisotear las libertades y derechos de los demás. La defensa de una orientación sexual determinada es legítima, pero no puede avasallar la libertad de credo, expresión y conciencia de los demás.

El pastel de Belfast tenía mucha miga e invita a pensar.