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Reunión de pastores, oveja muerta

Tras más de dos semanas, el ministro de Agricultura resucitó de entre los muertos e hizo una gira mediática para quejarse un poquito, tampoco mucho, de que Garzón se había inmiscuido en sus competencias

Vivimos tiempos deslumbrantes en la comunicación política. El Gobierno de la nación cada vez más parece una casa de lenocinio. Lástima que nuestras grandes figuras del cine sean tan sectarias y se nieguen a aprovecharse de lo que la realidad les ofrece como guion sin derechos de autor, ya que carecen de la imaginación necesaria para escribirlo por sí mismos. Han pasado 16 días desde que el ministro de Consumo, Alberto Garzón, dio una entrevista al prestigioso diario de izquierda británico The Guardian. Ese día terminó de cavar su tumba, porque ya tenía precedentes en su capacidad de ir agrandando la fosa. Como cuando en el mes de noviembre, en plena campaña de Navidad, se le ocurrió convocar una manifestación en el Parque del Retiro de Madrid contra los juguetes «sexistas». Imagínense a los fabricantes de juguetes del Levante español viendo cómo el ministro de su ramo pide que los españoles salgan a protestar contra la Nancy de Famosa o las pistolas de Buffalo Bill. Todo intolerablemente machista. Como no le bastó con eso, vino después la entrevista con The Guardian el 26 de diciembre, que casi pasa desapercibida en España por el sopor navideño. Pero superado Año Nuevo alguien la leyó y dio la voz de alarma.

Lo más interesante de esta crisis es cómo demuestra la artificiosidad de nuestro Gobierno. Ha puesto en evidencia que el presidente no tiene capacidad de destituir al ministro más irrelevante de su Gobierno –casi empatado con Castells, el de Universidades, al que tampoco destituyó sino que él mismo se fue– y, lo que es peor, tiene que aguantar a la cabeza de esa facción y vicepresidente segunda del Gobierno, reclamando más «suavidad» en las formas. La portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, optó ayer por dos veces por negar su respaldo explícito a Garzón y, tras más de dos semanas, el ministro de Agricultura resucitó de entre los muertos e hizo una gira mediática para quejarse un poquito, tampoco mucho, de que Garzón se había inmiscuido en sus competencias.

La incomunicación dentro del Gobierno es de tal gravedad que más de dos semanas después de que se generase esta crisis, ayer confesó Planas que había mantenido una conversación con Garzón en los márgenes del Consejo de Ministros. Es decir, los ministros de este Gobierno no hablan entre sí ni por teléfono. Han pasado 16 días desde que Garzón lanzó la bomba contra la ganadería española y el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación no ha encontrado un momento para decirle lo que piensa de su ataque al vacuno español hasta que ayer lo vio en la distancia de la desmesurada mesa del Consejo de Ministros y decidió, lleno de valor, lanzarse sobre su presa. Llegados a este punto, sólo cabe recordar el viejo dicho del campo castellano: «Reunión de pastores, oveja muerta».

Y, como si todos los españoles estuviéramos internados en Cottolengo, Echenique sale a declarar que esta es una polémica sobre unas declaraciones que ha tergiversado «la derecha» y que el PSOE ha comprado el bulo y se ha alineado con el PP. Con un par y la bandera de Tafalla.