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«Cosas chulísimas»

Quizá la ganadería porcina intensiva no tenga futuro; pero las macrogranjas de políticos intensamente idiotas viven su edad de oro

Yolanda Díaz acudió hace unas horas a un programa infantil en horario nocturno de la Cadena Ser llamado Buenismo bien, de cuya altura intelectual ofrece prueba un único dato: lo presenta un tal Quique Peinado, pero podría presentarlo con soltura Alberto Garzón, con parecida gracia personal e idéntico sectarismo adolescente.

Lo del tal Peinado es sorprendente: prolifera en televisión, en programas de humor, como analista político o de experto en baloncesto; aunque en las tres versiones resulte tan divertido, perspicaz o interesante como un tacto rectal perpetrado con un dedo de Bud Spencer.

No lo descarten como futuro ministro de Consumo, gracias a pensamientos tan vanguardistas como el que soltó, en una entrevista al también teenager Pablo Iglesias, al respecto de mantener relaciones sexuales con mujeres de derechas: «Yo lo he pensado, pero luego no ejecuto, porque mi formación me lo impide». También tu cara, Quique, que tal vez no todas las de derechas tengan el mal gusto imprescindible para el lance.

Pero no nos desviemos de lo importante. Yolanda Díaz acudió a los mismos micrófonos que un día ocuparan Carlos Llamas, Iñaki Gabilondo o Fermín Bocos y ahora se conforman con Peinado a decir que ella y su Gobierno hacen cosas «chulísimas», pero que por alguna extraña razón no le llegan a la ciudadanía, quizá porque «no comunican bien».

Teniendo alfombrado el camino de televisiones amigas, que han hecho de Sálvame algo parecido a La clave en contraste con la entrega intensiva y extensiva de sus espacios informativos; sorprende ya de entrada que la vicepresidenta se queje de un problema de atención: nadie ha tenido mayores complicidades mediáticas nunca que un Gobierno con los mismos éxitos que el Alcoyano en la Champions y, sin embargo, las mismas fechorías silenciadas que los hermanos Dalton, Bonnie and Clyde y la banda del Vaquilla juntos.

Y también sorprende descubrir que, a los méritos de Díaz como top model en Moncloa Fashion Week le añada el potencial retórico y la calidad conceptual de una aspirante a Miss Ferrol: todo «chulísimo».

¿Qué es exactamente «chulísimo», vicepresidenta? España tiene la mayor tasa de desempleo de Europa. El trabajo que se crea es estrictamente público, temporal o por horas. Nadie ha destruido más PIB ni enfriado tanto la recuperación. La deuda, el déficit y la inflación andan más por las nubes que el Falcon del comandante Sánchez, protagonista de Aterriza como puedas.

¿Es chulísimo soportar 200 manifestaciones a favor de ETA? ¿Es chulísimo que la gobernación de España dependa de Otegi y de Junqueras? ¿Es chulísimo soportar, y pagar, a un ministro estalinista que utiliza el cargo para agredir al turismo, a la hostelería, a la ganadería y a los juguetes? ¿Es chulísimo aguantar el quinto mayor esfuerzo fiscal del mundo y la amenaza de que en pocos meses aumentará? ¿Es chulísima la quiebra de 60.000 empresas?

El pintor y dramaturgo catalán Santiago Rusiñol, que hoy sería colgado patas abajo por los catalibanes al frente de la Generalidad, acostumbraba a decir que, de todas las formas de engañar, la que genera más estragos es la que se perpetra con pose de seriedad.

Garzón y Yoli no levantan la voz, incluso hablan como si, a cada tres palabras, se les colara un tierno «chupi» o un inocente «córcholis» apaciguadores. Pero hay que ser muy chulo, y muy inhumano, para defender el entrecot de Kobe que solo ellos se pueden pagar en un país donde tanta gente llega a final de mes derrengada, con más tomates en los calcetines que en las neveras y la indigna sensación de que lo peor está aún por llegar.

Quizá la ganadería porcina intensiva no tenga futuro; pero las macrogranjas de políticos intensamente idiotas viven su edad de oro.