Fundado en 1910

El cole de Loli

Ni el Rey está imputado ni el Rey es merecedor de un reproche penal ni el Rey alejado tiene una cuenta pendiente en España. Y todo, por el odio y la poderosa parcialidad de aquella niña que miccionaba colonia

En Madrid, aparte de los tradicionales colegios de Nuestra Señora del Pilar, a cargo de los Marianistas – con especial importancia el de la calle Castelló 56, y lo siento, querida María Jamardo–, y el Areneros de los Jesuítas, los colegios más elitistas y caros eran el de Santa María de los Rosales –El Viso y Pozuelo-Aravaca–, y el Alameda de Osuna –Plaza de Eisenhower, pinar arriba y colindante con El Capricho del Duque de Osuna, a pocos kilómetros de Barajas–. Lo fundó don José Garrido, preceptor del Rey Don Juan Carlos y del malogrado Infante Don Alfonso, y se nutrió de alumnos de los colegios tradicionales antes mencionados, y de internos procedentes de todos los puntos de España y América. Se trataba de un colegio rebosado de nuevos conceptos. En los exámenes escritos no vigilaba ningún profesor, porque don José confiaba en la plena honestidad de sus alumnos. Los campos de deportes eran magníficos. Se comía muy bien, las clases tenían un tope de quince alumnos, y la plantilla de profesores era extraordinaria. Los alumnos de Letras disfrutamos de un profesor excepcional, don Santiago Amón, que nos daba las clases de Latín, pero también nos iluminaba el griego, el cine, el teatro, la poesía, la literatura, los toros, la ética y la estética. Un día nos propuso elegir democráticamente la fotografía que había de presidir el aula bajo la Cruz y a la derecha de la pizarra. Había mayoría absoluta monárquica y ganó Don Juan de Borbón con diez votos, seguido por el generalísimo con cuatro, y Manuel Azaña con uno. Los seis hermanos menores Ussía veníamos del Pilar de Castelló, donde hicieron el bachillerato completo los dos mayores. Tres más lo terminamos en el Alameda de Osuna, y los tres restantes, se trasvasaron a Rosales cuando el Alameda perdió un poco el rumbo y los métodos de don José. A los alumnos del Rosales se les conocía como «niños del pis de oro», y a los de la Alameda «los niños que mean colonia». Cuando mi generación estudiaba sexto de bachillerato, ingresaba en el pabellón infantil, el de los pequeños, Dolores Delgado, la actual Fiscal General. Una niña, que como todos sus compañeros de colegio, meaba colonia, si bien, a sus pocos años no había desarrollado todavía la perversa y cortada leche que hoy transporta allá donde deambula su cuerpo.

Curioso que formada en un colegio fundado por el preceptor del Rey Juan Carlos y con amplia mayoría de familias monárquicas entre sus alumnos, Loli haya salido tan escorada hacia la amargura y el ideal social-comunista. Para estudiar en el Alameda había que pertenecer a una familia económicamente holgada, no por clasismo, sino por cumplir con el pago de las facturas. Y según me han contado sus compañeros de clase y curso, era muy mona y atractiva, lo que hace aún más complicado su refugio en la militancia de las izquierdas extremas. Como decía Luis Escobar, «las niñas feas de familias 'bien' son más rojas que Margarita Nelken, que por otra parte, era atroz». Pero Loli era una niña muy mona de una familia «bien», y no se entiende su militancia.

Y menos aún, su obsesión y su persecución al Rey que le dio la libertad para ser lo que ha elegido. Su empecinamiento ha pasado, desde muchos meses atrás, el límite que separa la antipatía personal de la posible prevaricación. La prevaricación la tiene muy cerca y duerme junto a ella, y es posible que haya existido contagio. La Fiscalía ha desmontado la falsa acusación contra el Rey Juan Carlos de su presumible fortuna en la isla de Jersey, y a pesar de la insistencia de Loli Delgado de alargar las investigaciones para dañar aún más a la Corona, todo va a terminar en agua de borrajas. Ni el Rey está imputado ni el Rey es merecedor de un reproche penal ni el Rey alejado tiene una cuenta pendiente en España. Y todo, por el odio y la poderosa parcialidad de aquella niña que miccionaba colonia.

Hora es de desaguar los resentimientos tirando de la cadena.