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Alvise Pérez

Esta falta de igualdad en la libertad de expresión es una buena muestra de lo enferma que está la democracia española

Que no haya lugar a equívocos: discrepo de muchas de las posiciones que defiende el activista Alvise Pérez. Sobre todo en el fondo, aunque también en la forma. Pero creo que estamos asistiendo a una de las mayores violaciones de la libertad de expresión que jamás se hayan visto en España desde que se restableció la democracia. En este país que consintió el diario Egin, portavoz de la banda terrorista ETA (que fue clausurado temporalmente por el juez Baltasar Garzón, tan amigo de Pedro Sánchez) se está acusando e impidiendo dar conferencias a un activista que denuncia las corrupciones de la clase política. Especialmente la clase política de la izquierda porque ofrece muchos más ejemplos, pero también la de la derecha.

Yo soy el primero que cree que, contra las difamaciones en los medios de comunicación, y las redes son hoy en día una suerte de medio, para bien o para mal –más bien para mal– hay que recurrir con el Código Penal o el Código Civil según sea el caso. Yo he perdido la cuenta de las demandas que se han anunciado contra Alvise Pérez por injuriar o difamar. Entre otras tengo en la memoria las de la demanda que le presentó el PSOE por desplegar una lona poco cariñosa con Pedro Sánchez en la Castellana y que fue desestimada; una demanda que le presentó José Luis Ábalos por injurias, desestimada; una demanda presentada por la periodista Ana Pastor que tiene toda la pinta de que va a ser desestimada y que podría incluir las costas para la demandante, lo que en términos judiciales quiere decir mala fe en la denuncia; demanda presentada por Salvador Illa cuya resolución duerme el sueño de los justos (por qué será). Demandas anunciadas a bombo y platillo por figuras como Manuela Carmena u Óscar Puente que nunca se concretan.

Y el caso del alcalde de Valladolid es especialmente pertinente. Desde hace años Pérez ha investigado las actuaciones y propiedades del edil vallisoletano. Le ha puesto en apuros múltiples veces y las explicaciones de Puente han sido bastante pobres. Hasta el punto de tener que dejar la portavocía de la Ejecutiva Federal del PSOE el pasado mes de octubre.

Pérez ha estado en los últimos días en Valladolid dentro de una gira que está haciendo por España para defender sus ideas. Ha contratado hasta cuatro locales para intervenir, que después de aceptar la reserva –y en el caso de alguno, de cobrarla– le han llamado para decirle que había que cancelar el acto. En uno de los casos por excusas tan peregrinas como que «un tabique tiene problemas». Si es así, lo que no se entiende es por qué no se desalojó el hotel entero. Parece la medida de seguridad mínima que cabe pedir. Pero el problema no era la seguridad. Eran las presiones recibidas desde el ayuntamiento.

Yo no estoy de acuerdo en muchas de las cosas que dice Alvise Pérez. Pero defenderé hasta el fin su derecho a decirlas. Y, por supuesto, si alguna vez difama a alguien tendrá que vérselas en los tribunales con el agraviado. Como no puede ser de otra forma. Y de lo que no tengo ninguna duda es de que cuando los podemitas Iglesias y Monedero montaban manifestaciones con argumentos anticonstitucionales y con muchos menos concurrentes que los que hoy reúne Pérez, todas las televisiones les daban un inmenso despliegue informativo.

Esta falta de igualdad en la libertad de expresión es una buena muestra de lo enferma que está la democracia española.