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Habría partido... pero con Vox

Las elecciones anticipadas las carga el Gobierno. Digo el diablo. Salvo que seas Ayuso, y los madrileños te consideren la única vía de escape para quitarse dos pájaros madrileños de un tiro electoral: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Si las encuestas no fallan, Mañueco retiene -pero con respiración asistida por Vox- el Gobierno de Castilla y León, una región a la que nadie miraba y que se ha convertido en la piedra roseta: podía cambiar el ciclo (y Casado ir empadronándose en Moncloa) o mandar casi a la lona las aspiraciones del PP consagrando el mito de la resistencia de Sánchez. O lo que ha pasado: todos venderán que han perdido los otros, pero gana el PP. Eso sí, con un error estratégico de libro, convocando a las urnas cuando no tocaba y desconvocando la participación a la vez (la abstención ha crecido dos puntos) y perjudicándose.

En la mejor horquilla, Mañueco puede sumar con Vox pero los números (de 31 a 33 escaños) no le dan para hacerse el interesante y mirar con arrogancia a Abascal, que ha cosecharía todo un éxito, con hasta 13 procuradores, y decirle: esto es lo que hay; me apoyas o me apoyas. Porque eso se puede hacer si has acariciado la absoluta como le pasó a la presidenta de la Comunidad de Madrid, pero Mañueco tendrá que evitar la arrogancia y tirar de elegancia y hasta de sillones en el Gobierno. Luego está la España vaciada (siete escaños podrían sumar), que parece que de verdad lo que estaban era vaciando de votos a PP y PSOE; el estancamiento de Podemos, directamente proporcional a la melena y la inanidad de su candidato, y un hurra por el incombustible Igea, que habría conseguido aplazar el final para Arrimadas, curiosamente su adversaria en Ciudadanos.