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Exagerados

De cada cien palabras que escribo he llegado a ingresar a Hacienda, sesenta. No sólo no me quejo, sino que expreso de corazón mi gratitud al honesto y ahorrador Gobierno que tenemos, que pudiendo quedarse con ochenta palabras de cada cien, se conforma con apoderarse de sesenta

Considero de extrema exageración las continuas quejas de los españoles por el aumento de los precios y las tarifas. Pagamos pocos impuestos. En mi caso particular, de cada cien palabras que escribo he llegado a ingresar a Hacienda, sesenta. Sesenta para los fondos del dinero público y cuarenta para mí. No sólo no me quejo, sino que expreso de corazón mi gratitud al honesto y ahorrador Gobierno que tenemos, que pudiendo quedarse con ochenta palabras de cada cien, se conforma con apoderarse de sesenta. Y esa gratitud la expreso cada vez que lleno de gasolina mi modesto coche, un «Yaris» de Toyota híbrido. Hace dieciocho meses pagaba 27 euros, y ahora 51. La mitad son impuestos. Hay que ser positivo y tener conciencia ciudadana. Si en lugar de 25,5 euros de impuestos que abono al Gobierno cuando tengo el capricho innecesario de llenar de gasolina el depósito de mi coche, tuviera que pagar 40 euros, sentiría el alivio del consuelo solidario, cursilería que regalo con mucho gusto a Irene Montero. «El Consuelo Solidario», que todavía no se le ha ocurrido soltar semejante majadería. Pero lo hago con placer porque pienso que mis esfuerzos impositivos redundan en el bien de todos. Sirven para pagar el combustible del «Falcon», el mayordomo de los Iglesias, y la oculta remuneración que perciben los terroristas de la ETA indultados o favorecidos por el Gobierno para rehacer sus vidas. ¿Hay algo más hermoso que rehacer vidas erradas? Pues eso también lo pagamos con las facturas de la luz, las más caras de Europa. De acuerdo. La luz más cara de Europa, que podría ser la más cara del mundo y se limita a serlo de Europa, exclusivamente. Y nadie reconoce los esfuerzos de nuestro Gobierno para limitarse a cobrar la luz más cara en sólo un continente. En las islas Pitcairn y Sarawak, la luz es muchísimo más cara que en España, y nadie se digna a hacer público ese dato incontestable. Vamos a ver, queridos compatriotas descontentos. ¿Por qué os sentís molestos por los 550.000.000 de euros que le entregamos a Irene Montero de los Presupuestos Generales del Estado? ¿Acaso ignoráis lo caro que resulta descubrir la existencia de veinte sexos diferentes cuando antaño, durante el franquismo y el reinado de Juan Carlos I, sólo se conocían dos? Estábamos atrasadísimos, y ahora que podemos enfrentarnos al futuro con veinte sexos diferentes, os molesta invertir vuestro dinero en empresa tan interesante y fundamental para el porvenir de España. ¿Y quién lo ha conseguido? Pues Irene Montero con el dinero de todos, que es motivo de plena y unánime felicitación. Lo de Garzón, por ejemplo. ¿Hay algún ministro de Consumo en el mundo que haya puesto de acuerdo a los juguetes para convocar una huelga? ¿Alguien cree que ese esfuerzo y semejante logro se pueden cumplir y alcanzar sin una importante inversión? Tenemos la obligación de procurar demostrar al mundo la altura de nuestros objetivos. En Francia, por no irnos demasiado lejos, los terroristas con sangre en sus manos, cumplen condenas de por vida, eso tan antiguo y de derechas. Aquí en cambio, gracias a nuestro bondadoso presidente y un magistrado-juez convertido en ministro del Interior, lavamos con jabón las manos manchadas de sangre de los terroristas, y el Gobierno se sienta con ellos para firmar pactos, indultos, permisos y libertades. Y eso es un avance. Pensar que parte de nuestros impuestos sirve para dar una alegría a los familiares de los terroristas, aunque ello signifique el dolor de los familiares de las víctimas inocentes, es modernidad y nada más que modernidad. Como desobedecer y permitir que las sentencias del Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional no se cumplan. ¿Hacia dónde vamos manteniendo la obediencia a esos tribunales absurdos? El futuro depende de obedecer o desobedecer lo que a Sánchez le interese obedecer o desobedecer, y el que no esté de acuerdo, que se vaya a freír monas. Hay que ser generoso y positivo. Nos cobran pocos impuestos para lo mucho que hacen. Destrozar una economía como la española a cambio de mejorar la economía particular de los dirigentes del PSOE, de Podemos, del terrorismo, del independentismo y de los sindicatos, es carísimo. Y no entiendo de qué y por qué protestamos tanto.

Y a ver si los jubilados que han contribuido con sus impuestos y pagos a la Seguridad Social durante cuarenta años, dejan de quejarse porque ingresen al mes menos dinero que los inmigrantes recién llegados. ¡Fascistas! El futuro se inspira en el «Consuelo Solidario».

¡Qué país, Miquelarena!