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Interpretaciones

Ganó el PP con melancolía, ganó Vox con fuerza, y ganaron los partidos provinciales con la incógnita de sus preferencias

La interpretación de los periodistas comprometidos con el poder cuando se celebran unas elecciones, siempre resultan divertidas. En la noche del 13 de febrero se demostró una vez más. Las medias verdades abundaron y se entrelazaron las unas con las otras. La media verdad es una mentira al soslayo de una realidad imprecisa. En 1918 visitó el Arzobispo de Canterbury, cabeza de la Iglesia Anglicana, los Estados Unidos. Y fue advertido cuando embarcaba en Southampton rumbo a Nueva York: «Cuidado con la prensa americana, Su Gracia. No es tan respetuosa como la inglesa. Los periodistas de allá tienen un concepto de la libertad que no respeta la tradición. Si le formulan alguna pregunta impertinente, responda como si no la hubiera entendido». Buen consejo. Como escribió Bernard Shaw, los Estados Unidos e Inglaterra son dos naciones hermanas sólo separadas por el idioma. Y arribó a Nueva York el barco en el que viajaba a bordo Su Gracia el Arzobispo de Canterbury. Los periodistas le aguardaban en un acotado del muelle, a pie de la rampa de desembarque. Uno de ellos, con su sombrero flexible a lo Elliot Ness, le soltó la siguiente pregunta: «Señor Arzobispo, ¿qué le parece que existan tantas casas de putas en Manhattan?». Y el Arzobispo, recordando los consejos recibidos, respondió con ingenuidad: «¿Acaso hay muchas de esas casas en Manhattan?». Y se libró del plumilla. Pero al día siguiente, el periódico de aquel periodista publicó la siguiente noticia: «Llega a Nueva York el Arzobispo de Canterbury». Y bajo el titular, un comentario. «Su primera pregunta fue: '¿Acaso hay muchas casas de putas en Manhattan?'». Pues eso.

El 13 por la noche las noticias, muy claras de interpretar por los resultados electorales de Castilla-León, se interpretaron con gozosa fantasía. En algunos programas especiales de las cadenas de televisión privadas y subvencionadas se dio a entender que el PSOE no había concurrido a la cita electoral. Y que el PSOE, a pesar de la presencia de Sánchez en el tramo final de la campaña, no le concedía importancia a perder las elecciones y siete escaños. Que ganó el PP queda fuera de toda duda. Pero fue una victoria derrotada, un triunfo decepcionante. No se presentaba Ayuso, ganó dos escaños respecto a las últimas elecciones y quedó a 10 de alcanzar su prometida mayoría absoluta. Ni Casado ni Teo, que lo sabían, se movieron de Madrid para celebrar la victoria. Izquierda Unida-Podemos perdió la mitad de sus escaños. Tenía dos y se quedó con uno, pero oyendo al chisgarabís de su líder regional y único procurador elegido, se podría interpretar que había ganado con mayoría absoluta. La gran cualidad de este chico leonés afincado en Valladolid no es otra que su largo y suelto cabello rubio, y que de espaldas recuerda bastante a Mylène Demongeot o Catherine Deneuve. Se reconoció el gran resultado de Vox, que saltó de un escaño a trece, siempre enturbiándolo con el remoquete de «extrema derecha», como si los periodistas no tuvieran imaginación. Triunfo incontestable. Como el de los partidos provinciales, que nadie sabe por dónde van a salir. Y el amargo fin de Ciudadanos, que ha perdió la s, y se quedó en un ciudadano en triunfante soledad, porque Inés Arrimadas celebró el resultado con expresivo gozo. Pero ahí ganó el PP por mucho menos de lo que esperaba, y ahora tendrá que gobernar, bien con el PSOE, lo que le obligará a desaparecer en España, bien con Vox, esa «extrema derecha» tan aborrecida por Casado, Teo, Gamarra y Mañueco. Horizonte difícil después de una victoria. Interpretaciones, deseos, cumplimientos a cambios de sobres y canonjías, y mucha consternación camuflada en los partidos de la extrema izquierda que gobiernan en España con los votos de los terroristas y los separatistas catalanes, que eso sí que es extremo.

Las palabras de Abascal, sensatas y conciliadoras. Las de Mañueco, entrecortadas y con sombras en el mañana. Pero ganó.

Y lo mejor de la jornada, el saludo de Macarena Olona. «Buenas noches, Andalucía».

Y Yolanda Díaz, encantada. Su carisma y su atractivo personal consiguió lo imposible. Quedarse a mitad del camino entre el cero y el dos, es decir, en el uno. La mitad de lo conseguido por el carisma y atractivo personal de Pablo Iglesias, que manda narices.

Las casas de putas de Manhattan, ejemplares y modélicas comparadas con el guirigay de las televisiones públicas y las privadas agradecidas por la subvención.

Ganó el PP con melancolía, ganó Vox con fuerza, y ganaron los partidos provinciales con la incógnita de sus preferencias. Y las izquierdas, las extremas izquierdas socialistas, comunistas y estalinistas, a tomar por retambufa. Derrota sin paliativos. España, un poco mejor.