Fundado en 1910

Vox: un poco de sentido común

La realidad es que la derecha española está dividida en dos partidos y ambas formaciones están moralmente obligadas a buscar puntos de encuentro. Y, en cada caso, en proporción a la representación obtenida

La declaración de Alfonso Fernández Mañueco de que ahora va a hablar «con todos» es impecable desde el punto de vista de protocolo democrático. Él es el que ha ganado las elecciones y le corresponde formar Gobierno. Yo puedo entender que se juegue a varias bandas como forma de frenar un poco las ambiciones de Vox. Es algo natural y legítimo en una negociación: todos quieren sacar el máximo. Pero la realidad es que el PP debería darse cuenta de que urge pactar con Vox por su propio interés y por el de España.

Cualquier fórmula que deje a Vox fuera del Gobierno de Castilla y León reforzará al partido de Abascal. Es evidente que son un partido en auge –aunque no tanto si comparamos con su resultado en Castilla y León en las elecciones generales de noviembre de 2019–. Si el PP decidiera formar un Gobierno en minoría, basado en el apoyo de los partidos cantonalistas que han emergido en estos comicios, tendrían un Gobierno muy débil. Y ya se sabe que la única razón de ser de esos partidos es ordeñar al Gobierno de turno. Siempre están deseando estar a bien con quien quiera que tenga poder para ver qué hay de lo suyo. No parece que ese fuera el objetivo del PP antes del «gran triunfo» que ha comunicado Teodoro García Egea a todos los españoles que le escuchábamos atónitos.

Parte del impulso de Vox se debe a que no ha tenido que poner en práctica su programa en ningún gobierno relevante; todo lo más en municipios secundarios. Ahora pueden tener por primera vez la oportunidad de explicar a su electorado lo que se puede hacer y lo que es imposible, por más que lo prometas en tu programa electoral. Santiago Abascal dijo con toda claridad la noche del domingo que ve a García-Gallardo «cara de vicepresidente». Hasta donde sabemos el candidato de Vox no ha tenido nunca un cargo similar al que ahora pretende su jefe para él, ni en la administración pública, ni el sector privado. Eso, bien manejado, puede ser una ventaja para el PP.

Pero lo más preocupante de estas dudas que aparentemente tiene el PP sobre la conveniencia de un Gobierno de coalición radica en que puedan deberse a que hace mella en la dirección del partido el discurso oficial sobre Vox. Recordemos una vez más, porque nunca es suficiente, que «ultras» en España son partidos que ya están en el Gobierno como Podemos o el Partido Comunista de España, que tiene muchísimos asesinatos en sus alforjas. Por no hablar de lo ultras que son Bildu o los golpistas de Esquerra Republicana de Cataluña, de cuyo respaldo depende el Gobierno socialcomunista.

La realidad es que la derecha española está dividida en dos partidos y ambas formaciones están moralmente obligadas a buscar puntos de encuentro. Y, en cada caso, en proporción a la representación obtenida. En Castilla y León el PP ha más que duplicado a Vox en número de escaños y ha conseguido un poco menos del doble de votos. Y, si ambos partidos quieren demostrar su eficacia para el ciudadano medio, deberían demostrar que a diferencia del Gobierno de coalición que encabeza Pedro Sánchez, esta coalición es capaz de reducir el número de consejerías. No de incrementarlas. Por ahí empieza un servicio real a la ciudadanía. Por tener un poco de sentido común.