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La decepción de Casado

El PP tiene que romper radicalmente con el discurso políticamente correcto del Gobierno de la nación. Es intolerable que Sánchez amenazara ayer en el Senado con mandar a la Fiscalía contra el Gobierno de Castilla y León si pacta con Vox e intentan cambiar las leyes de género. Javier Maroto no replicó al presidente

El discurso de Pablo Casado ante el Comité Ejecutivo del Partido Popular de ayer martes fue una lástima. Dijo con razón que el PP había ganado las elecciones pese al uso y abuso que hizo el Gobierno de los instrumentos que le da el poder. Y eso es muy cierto. Pero podría haber hecho alguna mínima reflexión sobre por qué de todo el voto que perdieron Ciudadanos y el PSOE no parece que nada se fuera al Partido Popular. Porque ésa es la clave de quién gana y quién pierde elecciones. Los principios anunciados ayer por Casado son impecables, pero su traducción en el escenario actual es complicada.

Reivindicar a Fernández Mañueco cuando pide un Gobierno «fuerte y en solitario» es querer desconocer el resultado. Los castellanoleoneses no votaron eso. Y decir que «nuestros principios son nuestras condiciones y no vamos a renunciar a ellos» equivale a decir que no va a haber Gobierno de coalición. Y Casado se equivoca con esa estrategia.

Creer que el 31,43 por ciento de los castellanoleoneses que votaron al Partido Popular prefieren seguir la pauta marcada por el sanchismo a las políticas defendidas por Vox es estar completamente ajeno a la realidad que se está gestando en España. Uno de los más claros resultados del sanchismo ha sido generar una confrontación radical entre dos modos de ver nuestra nación. En ese escenario es casi imposible quedarse en el centro. Probablemente por eso el PP no ganó votos en Castilla y León y Vox sumó todos los diputados que perdió el centrismo de Ciudadanos. A diferencia de lo que ocurrió en las últimas elecciones de la Comunidad de Madrid, cuando los diputados de Ciudadanos pasaron a la cuenta del Partido Popular por el discurso mucho más definido de Isabel Díaz Ayuso.

El PP tiene que romper radicalmente con el discurso políticamente correcto del Gobierno de la nación. Es intolerable que Sánchez amenazara ayer en el Senado con mandar a la Fiscalía contra el Gobierno de Castilla y León si pacta con Vox e intentan cambiar las leyes de género. A lo que el portavoz del PP, Javier Maroto, se apresuró a tranquilizar al presidente en lugar de denunciar su intolerable actitud. ¿Desde cuándo una ley no puede ser modificada por una mayoría parlamentaria? ¿A qué dictadura quiere imitar Sánchez?

Y a eso añadió el presidente del Gobierno que «la ultraderecha es un peligro para la democracia». Por «ultraderecha» quería decir Vox, claro. Por más que pregunto a quienes repiten este mantra –que son muchísimos– no consigo que me digan una sola iniciativa anticonstitucional promovida por Vox. Todo lo más, que quiere acabar con el estado de las autonomías. Cierto. Pero quiere hacerlo por vía de reforma constitucional. Yo defiendo radicalmente la Constitución de 1978 y no quiero modificar ni una coma. Pero admito que quienes desean reformarla siguiendo las vías previstas para ello en la propia Carta Magna están en su pleno derecho y son igual de constitucionalistas que quienes no queremos que se reforme. Ahora, me gustaría que quienes dicen que Vox es anticonstitucional porque no quiere las autonomías me expliquen si ERC quiere una autonomía para Cataluña o Bildu la quiere para el País Vasco. Mi fino olfato político me hace intuir que no es eso lo que busca ninguno de esos dos partidos. Y el Gobierno pacta con ellos sin rubor y no les llama «ultras». Deben de ser moderados.