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La derecha sin remedio

Casado está demostrando una falta de liderazgo que puede implicar la consolidación en la Moncloa del presidente más dañino de la historia de España. Y si esta crisis se prolonga sólo unos días, el inmenso daño que ya le han hecho al partido se traducirá en su hundimiento definitivo

El historiador Ricardo de la Cierva y Hoces publicó en marzo de 1987 un libro con el título de esta columna provocado por los enfrentamientos de los democristianos del Partido Demócrata Popular y los conservadores de la Alianza Popular de Manuel Fraga, con los que los primeros habían roto el año anterior la coalición que tenían. Pues aquello no era nada comparado con lo sucedido en el Partido Popular en las últimas horas. Es difícil acumular una sarta de disparates mayor que la que ha perpetrado el PP en estos días. Y en esas circunstancias es incomprensible que ayer Pablo Casado no diera la cara y mandara a su segundo a comparecer en los informativos de las tres de la tarde. Esto es como lo de aquel señor que invitó al Rey Alfonso XIII a cenar a su casa y cuando el Monarca comentó lo bueno que era el vino, el anfitrión respondió «pues tengo otro superior». El Rey no se pudo contener y replicó: «Pues guárdalo para mejor ocasión». Pues eso, Casado puede esperar a dar la cara a que le encuentren un cadáver debajo de la mesa de su despacho o algo así.

Hace tiempo que es evidente que Teodoro García Egea es un lastre para el Partido Popular. Su intervención el pasado domingo por la noche explicando el inmenso éxito que había sido el resultado del PP en Castilla y León e insinuando no pactar con Vox era una demostración palmaria de lo ajeno que está a la realidad de su partido. Pero la forma en que ha ido engordando la crisis con la presidenta de la Comunidad de Madrid debería haber provocado su dimisión o su destitución hace tiempo. Nunca se ha visto a un partido político enfrentarse de forma tan frontal al cargo público más importante que tiene la formación en toda España. Porque hoy por hoy la economía de la Comunidad de Madrid es la más importante del país.

El secretario general de un partido que no es capaz de evitar un escándalo como el que está dejando huérfana a una amplia parte del electorado español no puede seguir ni un día más en el cargo. No puede lanzar acusaciones sin aportar una sola prueba y no puede decir que se pidió explicaciones a Díaz Ayuso en octubre y que no ha vuelto a la sede de Génova 13 a darlas. Porque si dices que no has hecho algo, es quien te acusa el que debe presentar las pruebas. Y el Partido Popular no las tiene –porque es inimaginable que las tuviera y no las hubiese sacado todavía–. Hace falta ser muy prepotente para creer que te puedes permitir un enfrentamiento así y ser completamente ajeno a la realidad que te rodea. Ayer recibí docenas de llamadas y mensajes de votantes del Partido Popular. Ni uno sólo, ni uno, defendió a Casado o García Egea. Todos se alineaban con Díaz Ayuso. Lo más matizado que escuché de un militante del PP en todo el día fue lo que me dijo el expresidente Aznar durante un seminario organizado por su fundación FAES para conmemorar el 40 aniversario del ingreso de España en la OTAN. Un asistente, el almirante Tafalla, comentó con sorna en un corrillo que «lo de Ucrania está un poco menos mal que lo del PP», a lo que el expresidente del Gobierno apostilló «porque en el PP hay armamento nuclear».

La manifestación contra la cúpula del PP que se produjo anoche en la calle Génova no la promovió el PSOE, como la del 13 de marzo de 2004. Los que ayer se manifestaban allí eran en su inmensa mayoría votantes del Partido Popular. Conseguir que tus propios votantes vayan a manifestarse contra ti es una verdadera hazaña.

La triste e incuestionable realidad es que en estos días Pablo Casado está demostrando una falta de liderazgo que puede implicar la consolidación en la Moncloa del presidente más dañino de la historia de España. Y si esta crisis se prolonga sólo unos días, el inmenso daño que ya le han hecho al partido se traducirá en su hundimiento definitivo. Como decía mi padre, «esto pinta color teléfono antiguo».