Fundado en 1910

De Aznar a Casado

El objetivo de un partido que ambicione ser votado por la derecha pero también por el centro es convertido por los críticos en un liderazgo «cobarde» o «acomplejado». Poco importa que sea la apuesta de todos los grandes partidos del centro-derecha europeo

Tres líderes, dos generaciones, tres estilos diferentes, José María Aznar, Mariano Rajoy y Pablo Casado comparten, sin embargo, un debate ideológico que atraviesa el PP desde sus inicios y que explica una buena parte de las contradictorias reacciones a la crisis de esta semana. Mariano Rajoy y Pablo Casado tienen en común, además, la vivencia de dos conflictos con una misma base común: el enfrentamiento entre los partidarios del centro-derecha amplio y los partidarios de una respuesta más radical a la izquierda.

Cuando Esperanza Aguirre puso en cuestión el liderazgo de Mariano Rajoy hace ya casi quince años, lo hizo en abierta crítica a lo que consideraba un programa demasiado centrista y falto de vigor para enfrentarse políticamente a la izquierda. Fue entonces cuando Mariano Rajoy pronunció aquella frase de que «si alguien se quiere ir al partido liberal o conservador, que se vaya», y dijo que quería «un PP moderado, integrador y no doctrinario». Aquello estuvo en la base de los futuros y constantes ataques desde sectores de la propia derecha por lo que se consideraba su «cobardía» o sus «complejos». Después, Rajoy ganó por mayoría absoluta, y de nuevo, otras dos elecciones generales, pero esos ataques permanecieron exactamente igual al primer día.

A Pablo Casado le pasa algo parecido. Su apuesta por un centro-derecha amplio, alejado de los populismos y radicalismos y que aspire a atraer incluso a los socialdemócratas decepcionados con el socialismo, como ha vuelto a reiterar esta misma semana, le ha supuesto constantes críticas de los mismos sectores. El objetivo de un partido que ambicione ser votado por la derecha pero también por el centro es convertido por los críticos en un liderazgo «cobarde» o «acomplejado». Poco importa que sea la apuesta de todos los grandes partidos del centro-derecha europeo.

Lo paradójico de esta historia es que esos sectores críticos creen inspirarse en Aznar, cuando fue Aznar el líder que instauró ese camino al asumir la presidencia del PP en 1990. En su libro sobre su experiencia política (Ocho años de Gobierno, 2004), describió Aznar sus objetivos en 1990 de la siguiente manera: «Había que integrar todo lo que era la expresión política del centro en el PP. Partiendo siempre de la misma premisa: en el nuevo partido no cabían ni facciones, ni familias. Ya no iba a haber ni democristianos, ni liberales, ni grupos de ese tipo». Curiosamente, algo muy parecido a lo que Rajoy diría casi veinte años después, y también Pablo Casado treinta años después.

Y, sin embargo, el apasionado debate ideológico, el enfrentamiento entre los supuestos blandos y los duros, los centristas y los contestatarios, sigue vivo, muy vivo. Rajoy jamás protagonizó caso alguno de corrupción, pero, sin embargo, fue duramente criticado por no haber sabido establecer mecanismos internos para controlar la corrupción, origen de la moción de censura de 2018 que tumbó a un Gobierno del PP. La gran contradicción actual, fruto del apasionado debate de fondo, es que esos mismos críticos pongan en cuestión hoy en día la puesta en marcha de los mecanismos de control que en su día exigieron a Rajoy.