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Esto es «lacatombe»

Entre esa derecha política cainita y la «derechorra» mediática, en el papel de tonta útil de la izquierda, Pedro Sánchez está a un paso de garantizarse conciliar el sueño, supuestamente alterado por su alianza Frankenstein, otra legislatura más en la Moncloa

La intensidad del fuego cruzado entre Génova y la Puerta del Sol no deja lugar a dudas sobre la gravedad de la situación. Si Rafael 'El Gallo' descendiera a la Tierra desde el ruedo de los cielos no dudaría en afirmar que lo que está pasando en el PP es «lacatombe», que era su forma de decir «la hecatombe», como fue su manera de sentenciar que «hay gente pa to» cuando le aclararon que Ortega y Gasset era filósofo. Aznar, nada dado a la ironía, comparó la situación de Ucrania con la del PP y concluyó que la de su partido es más grave porque «en Ucrania no hay bombas nucleares». Con ese arrebato de mordacidad, el presidente de honor de los populares trató de rebajar el alcance de la tensión que se vive en el partido enzarzado en una balacera dialéctica que amenaza con llevarse por delante a algunos de los contendientes. Si me permiten otra humorada, afirmo que ni Pericón y el Beni de Cádiz, entrañables y divertidos personajes gaditanos, habrían sido capaces de salir indemnes del severo tiroteo en el que andan enfrascados Casado, García Egea y Díaz Ayuso; ellos que alardeaban de ir al baño agachados entre las butacas del cine y se decían el uno al otro, «cúbreme que voy a mear», mientras en la pantalla se incrementaban los disparos y humeaban las pistolas del western.

Ya sabemos que es imposible aliviar la magnitud de la tensión alcanzada en el PP pero había que intentarlo con alguna pincelada humorística. Bromas aparte, asistimos a una guerra incruenta en la que, como en cualquier guerra, la primera víctima es la verdad. Y la verdad tiene que abrirse paso para que se aclare hasta las últimas consecuencias el conflicto que abochorna e indigna a los votantes del PP en la misma proporción que anima y divierte a Sánchez y Abascal. Sobre las guerras se sabe cómo comienzan, en esta que nos ocupa es por el poder territorial de Madrid, y suele desconocerse su final. Lo lógico es que se sustancie con dimisiones o ceses como la de Ángel Carromero para después alcanzar un armisticio y posteriormente la firma de la necesaria y urgente paz por el bien del PP y de España, sin embargo como señala Aznar, «con tantas armas nucleares de por medio», la cosa puede acabar en el suicidio político de todos los contendientes.

Y mientras ocurre esto, Pedro Sánchez exhibe esa flor que lleva adherida en salva sea la parte y que le permite asirse al milagroso salvavidas cada vez que el agua amenaza con ahogarle. Al borde del KO aprobó la reforma laboral en una maniobra de dudosa legalidad democrática gracias a la torpeza del diputado Casero y ahora, tras otro rotundo fracaso electoral en Castilla y León, con un resultado que rechaza su gestión al frente del Gobierno social-comunista y castiga al PSOE, encuentra otra tabla de salvación en el episodio autodestructivo que protagoniza el PP.

Es conocido que la derecha española se distingue por su cainismo atávico. A veces, como en este caso, se basta consigo misma para acabar en el abismo sin necesidad de que la empuje el adversario. Pues bien, entre esa derecha política cainita y la «derechorra» mediática, en el papel de tonta útil de la izquierda, Pedro Sánchez está a un paso de garantizarse conciliar el sueño, supuestamente alterado por su alianza Frankenstein, otra legislatura más en la Moncloa. Al menos mientras no se le marchite la flor que luce allí donde la espalda pierde su casto nombre. Como diría Rafael 'El Gallo' esto es «lacatombe».