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El Código Penal pende sobre Casado

Esta crisis se podía haber finiquitado con la destitución de Teodoro García Egea el pasado jueves. Ahora ya es demasiado tarde y ni eso salvaría a Casado

Pablo Casado parece no haberse enterado de que está políticamente muerto. Y cuanto más tarde en reconocerlo, más probable es que desangre a su partido hasta dejarlo yermo. Un exministro del PP comentaba ayer que lo visto jueves y viernes le recordaba a aquel programa de Telecinco al que fue el exalcalde de Marbella Julián Muñoz a denunciar a quien le puso a él en el ayuntamiento: Jesús Gil. Y mientras Muñoz iba achacando delito tras delito a su examigo, Gil, con esa voz pendenciera que tenía, le iba diciendo a su sucesor: «Que te estás equivocando, Julián. Que te equivocas…». Ya sabemos cómo acabó Muñoz: pasando bastantes más años que Gil en la cárcel.

En la entrevista del viernes con Carlos Herrera, Pablo Casado dijo que todo se podía resolver ese mismo día si Isabel Díaz Ayuso aclaraba el cobro de 286.000 euros de comisiones de su hermano. Antes de terminar la mañana la Comunidad de Madrid aclaraba que solo había un contrato con la empresa en cuestión y que la comisión –o pago por su trabajo– era en realidad de 55.850 euros.

Es evidente que alguien filtró a Génova que esa empresa declaró, en el modelo 347, 286.000 euros de operaciones con el hermano de Ayuso. El modelo 347 es el que las empresas deben cumplimentar cada año antes del 30 de abril para comunicar a Hacienda los datos de personas con quienes, en el año anterior, han tenido facturación superior a 3.000 euros. Y el origen de esa información solo podía estar en el Ministerio de Hacienda. Es decir, en el Gobierno de Sánchez a quien Ayuso preocupa mucho más que Casado. Con ganas de sangre, el entorno de Casado atribuye esos 286.000 euros al contrato que la Comunidad de Madrid publica con esa empresa en el Portal de Transparencia, sin darse cuenta de que ese dato no tiene por qué ser de un único contrato. Así que, en Génova, además de mal intencionados son incompetentes. Lo peor que se puede ser cuando se aspira a gobernar.

A mediodía del viernes Casado ya sabía que la cosa no iba bien y por eso intentó plegar velas y citó a Díaz Ayuso por la tarde. Porque quien quiera que le asesorase le pudo hacer cometer un delito tipificado en el artículo 197.2 del Código Penal y que tiene una pena de uno a cuatro años de cárcel con los que se condenará «al que sin estar autorizado, se apodere, utilice o modifique, en perjuicio de tercero, datos reservados de carácter personal o familiar de otro que se hallen registrados en ficheros o soportes informáticos, electrónicos o telemáticos o en cualquier otro tipo de archivo o registro público o privado». Y esto se parece a lo que ha hecho Casado durante meses como dos gotas de agua.

Una de las decisiones más importantes que toma un político es escoger a los que le rodean. Mi amigo el general Vernon Walters sirvió en diferentes capacidades a siete presidentes de los Estados Unidos. Un día le pregunté cuál de todos ellos creía él que era el mejor: «Ronald Reagan», contestó. Y cuando inquirí el porqué su respuesta fue contundente: «Porque siempre tuvo un requisito inexcusable para que alguien fuera miembro de su Gobierno: tenía que ser más brillante que él». Si lo más brillante que ha sabido elegir Pablo Casado es un secretario general que ha llevado al Partido Popular al borde de la extinción, es evidente que no puede seguir como presidente del partido. Esta crisis se podía haber finiquitado con la destitución de Teodoro García Egea el pasado jueves. Ahora ya es demasiado tarde y ni eso salvaría a Casado.

Creo que la única alternativa que tiene el PP en este momento es que los tres presidentes autonómicos, encabezados por Núñez Feijoo, hagan comprender a Casado que no puede seguir ni un día más. Sus apoyos fuera de Génova se han evaporado con la única excepción, según se vio en TVE el viernes por la noche, de Pedro J. Ramírez. Y esa es la mejor noticia para Díaz Ayuso, porque ya se sabe que a quien quiera que apoye Ramírez acaba fracasando. La casuística es demasiado larga para enumerarla en una columna.

La convocatoria de un congreso extraordinario debería hacerse con una gestora al frente del partido. Lo más difícil es encontrar la persona adecuada para encabezar esa gestora, pero yo me atrevo a proponer un nombre que seguro ayudaría a cerrar heridas y encauzar la cura si es que el paciente no fallece antes: Ana Pastor Julián. Pastor fue ministra de Sanidad con Aznar, ministra de Fomento y presidenta de las Cortes con Rajoy y vicepresidenta de las Cortes con Casado. Es una persona que se entiende con todas las sensibilidades del partido y que puede tener auctoritas para sacar al PP del pozo al que se ha lanzado. Pero si la operación no se pone en marcha de inmediato, el paciente morirá.

Vayan dándole la extremaunción.