Apoyo cobarde
Occidente ha elegido el deshonor. Y que al final, con el deshonor y Ucrania planchada y asesinada, tampoco irá a la guerra. Los despachos son muy cómodos y la guerra da mucho susto
«Os dieron a elegir entre el deshonor o la guerra. Elegisteis el deshonor, y ahora tendréis la guerra». Estas palabras de Churchill quizá tengan más valor durante estos días. Me lo he preguntado hoy por la mañana, en la que el Ejército ruso ha entrado en Kiev. ¿Qué dirían en la Unión Europea si las tropas de los Estados Unidos estuvieran entrando en Caracas? Zelensky, el jefe del Estado ucraniano, no sale de su asombro ni de su decepción con Europa: «He preguntado a los 27 si Ucrania estará en la OTAN. Todos tienen miedo, no responden». Señor Zelensky. Usted no puede entender a la Unión Europea ni a la OTAN. Usted proviene de la Europa subyugada por el comunismo. Usted no es un vividor ni un chulo de despacho. Usted sabe que mañana, pasado mañana o dentro de tres días, puede ser asesinado por orden de Putin. Y sigue ahí, resistiendo. «Me quedo en Kiev con mi gente, al igual que mi familia. No nos quieren en la OTAN. Nadie quiere luchar por nosotros». Señor Zelensky, con toda mi admiración emocionada por su heroísmo le pregunto: ¿usted cree que por la libertad de Ucrania, por la bandera de Ucrania, España va a mover más de un dedo desde el cálculo del riesgo? ¿Cómo va a defender España la bandera de Ucrania, símbolo de su historia y su libertad, si no sabe defender la suya en determinados territorios de España?
No conozco Kiev, y me temo que se me han quitado las ganas de visitarla. Están los carros de combate rusos entrando por sus avenidas. Muchos de ellos llevan en sus antenas la bandera de la URSS, no la de Rusia. Los ucranianos están siendo masacrados por la fuerza militar rusa, rusa o soviética, que lo mismo da. Putin fue director de la KGB, y añora el imperio de la prisión y del hambre. Comenzó a caer en Berlín, cuando los berlineses del Este derribaron el muro de la sangre derramada y la vergüenza. Sangre derramada de los alemanes que intentaron superarlo huyendo del paraíso comunista al malvado occidente. Ni un caso al revés. Ningún occidental intentó huir de Berlín Oeste hacia el paraíso comunista. Y estuve en Berlín. Claro que lo importante, lo fundamental, era el sitio que ocupaban otros. Donde hoy se sienta Biden, se sentaba Reagan; donde hoy se sienta Boris Johnson, se sentaba Margaret Thatcher. Donde hoy se sienta el Papa Francisco, se sentaba San Juan Pablo II, héroe de la Iglesia perseguida en Polonia. Y donde hoy se sienta Putin, el asesino invasor, se sentaba Gorbachov, el comunista pragmático que resolvió el enigma prohibido. Que el comunismo era un fracaso. Se sentaban otras personas que las que ahora se sientan. Y en Alemania mandaba Helmut Khöl. Sigo preguntándome: ¿qué dirían, o cómo reaccionarían los líderes europeos si las tropas de los Estados Unidos estuvieran entrando en Caracas abriendo de nuevo la libertad perdida de Venezuela? ¿Y en Cuba? No tengan duda. Se situarían a favor de las tiranías venezolana y cubana.
Los comunistas españoles, los profesionales subvencionados del «No a la Guerra», han encontrado su fórmula para camuflar sus desvergüenzas. Le atribuyen a Putin, el antiguo director de la KGB, rasgos «zaristas» y al tiempo que deploran con lágrimas de cocodrilo la tragedia de Ucrania, solicitan la desaparición de la OTAN. ¿Por qué les molesta tanto la OTAN si la OTAN no molesta a nadie? La OTAN protesta, mueve sus fuerzas en los entornos del conflicto, y no abandona su despacho. Como la Unión Europea. Rusia ha entrado a sangre y fuego en Kiev, y la Unión Europea le ha encomendado a Borrell y doña Úrsula, que activen más los contactos diplomáticos. Y Biden amenaza con sanciones económicas terribles para Putin y Rusia. Como si Putin no supiera que tiene a China detrás y a su lado dispuesta a todo.
En fin, que Occidente ha elegido el deshonor. Y que al final, con el deshonor y Ucrania planchada y asesinada, tampoco irá a la guerra. Los despachos son muy cómodos y la guerra da mucho susto.
Pero no dejaremos de recordar a los héroes ucranianos que cuentan con el nuestro apoyo cobarde. El más cobarde de los apoyos.