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El bizarro Borrell

Putin sentirá en los cotubillos la herida que le ha causado la Unión Europea expulsando a Rusia del prestigioso festival canoro de Eurovisión

Lo escribí ayer en broma, y ha resultado que va en serio. Si la broma era ridícula, la seriedad alcanza cotas de insuperable majadería. Pero ha sido el Alto Comisionado Borrell, el que lo ha anunciado, con tono solemne y mirada amenazante a todo el mundo. Rusia ha sido expulsada del Festival de Eurovisión. Le ha faltado decir: «¡Toma ya, Putin!».

Putin no quiere en sus cercanías un Estado de «nazis drogadictos». Así ha definido a los ucranianos que son masacrados por defender su país, su vida, su libertad y su bandera. Un ingenioso poeta satírico, Dom Iosepho, que fue expulsado del programa de Federico Jiménez Losantos, propone desde el humor el cambio de denominación de la ensaladilla rusa. En los primeros años del decenio de los cuarenta del pasado siglo XX, en tiempos en los que, inexplicablemente, ni yo había nacido todavía, la Montaña Rusa del parque de atracciones del Monte Igueldo de San Sebastián cambió de nombre, y a Stalin le afectó sobremanera. Pasó de llamarse Montaña Rusa a Montaña Suiza. Su hija Svetlana no lo narra en sus Memorias, pero se dice que al enterarse Stalin de que la Montaña Rusa de Igueldo se había convertido en la Montaña Suiza, montó en cólera, ululó, siguió montado en cólera durante varios minutos, y al fin, ya calmado y desahogado, sollozó con honda amargura mientras musitaba: «Me la pagarás, Franco».

La Unión Europea es bizarra. Y su Alto Comisionado está obligado a trasladar al mundo, y concretamente a Rusia, la inflexibilidad de su bizarría. La postura de la UE ante la sangrienta invasión de Ucrania, me recuerda a una vivencia personal que me contó el gran Antonio Ozores. Resulta que Antonio se enamoró –y fue correspondido–, de una bellísima vicetiple que trabajaba en una compañía de Revistas. Con un inconveniente. La vicetiple era también la novia del Comisario Jefe de la Latina. Cuando el Comisario Jefe estaba de servicio, Antonio acudía a recoger a su chica al término de la función de noche y se tomaban unas copas. De ahí no pasaban. Pero una noche, el Comisario Jefe que sospechaba algo raro por la actitud de su novia, abandonó la Comisaría y fue a la caza de su prometida. Efectivamente, en plena Gran Vía, divisó a la pareja que descendía hacia la confluencia con Alcalá, tomados de la mano y haciéndose carantoñas. Se plantó en la acera, y comenzó a insultar con gruesos calificativos a su novia, calificativos que omito por si algún menor lee el presente texto. «Hasta ahí podíamos llegar», pensó Antonio Ozores. Y adoptó una postura europea, bizarra como la de Borrell con Putin, adelantándose a los tiempos. Y se encaró con el Comisario Jefe: «No tolero que se trate a una mujer de esa forma delante de mí. En vista de ello, me voy». Y se fue.

Putin sentirá en los cotubillos la herida que le ha causado la Unión Europea expulsando a Rusia del prestigioso festival canoro de Eurovisión. Eso es una sanción dolorosa, no otras que, por otra parte, no se van a producir. Bastante tiene con no poder competir en el Festival de la Eurovisión. Y no son conjeturas, sino evidencias, porque así lo ha manifestado con solemne bizarría el Alto Comisionado Borrell. Para situaciones así están los Altos Comisionados de la Unión Europea. Orgulloso me siento de que sea español.

Putin no quiere un país libre y con aspiraciones de ingresar en la UE y la OTAN en las cercanías de Rusia. A Biden, en cambio, le importa un bledo que una tiranía comunista como la de Cuba se ubique a menos de 90 millas de distancia del Estado de Florida. Son maneras diferentes de reaccionar. Toda la fuerza militar rusa se ha desplegado para masacrar Ucrania, en tanto que el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas más poderosas del mundo, no se atreve a liberar del yugo comunista a una nación masacrada por sus líderes que se encuentra a menos de 90 millas de Florida. Otro ejemplo de bizarría. Pero sin la gracia de Antonio Ozores.