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Comunista

España no puede presentar una actitud de dignidad teniendo en su Gobierno a representantes del comunismo más atroz y cretino

Parece mentira que algunos –muchos–, pretendan colarnos la farsa del anticomunismo de Putin. Alcanzar, en la juventud, altas responsabilidades en la KGB sólo estaba al alcance de un comunista férreo y compacto. La KGB no se equivocaba en la selección de los suyos. Cuando España y la URSS establecieron relaciones diplomáticas al máximo nivel, el primer embajador soviético en España fue Sergio Bogolomov. Se trataba de un personaje insignificante, casado con una mujer guapísima y siempre cubierto por una gabardina, como si Madrid fuera Manchester. Juan Garrigues Walker, mi inolvidable amigo, presidía una sociedad de exportación de productos españoles a la URSS, Ciex. El anterior Delegado, Yury Khozyn, era muy amigo de Juan, pero los grandes negocios se los asignaba a Prodag, cuyo máximo accionista era Ramón Mendoza. Juan se desvivía con los soviéticos y Mendoza los maltrataba, pero entre don Ramón y la sociedad de la familia March se repartían lo mejor del pastel. Eso sí, los soviéticos –Afanasiev, Nadolnik– jugaban al ajedrez en casa de Garrigues, también frecuentada por el brillante periodista Pablo Sebastián, gran amigo de Juan y experto ajedrecista.

Con la llegada de Bogomolov se abrieron las esperanzas exportadoras de los Garrigues, pero todo siguió igual. Por su formación y educación, Juan –que tenía un gran parecido con Humphrey Bogart–, era jerárquico, y respetaba la autoridad del embajador, cuando el que mandaba de verdad en la Embajada de la URSS era un jovencísimo subalterno, Igor Ivanov, que hablaba un español perfecto, simpático, abierto, duro y de la KGB. Cuando la URSS se descompuso, Ivanov representó a la Confederación Rusa en España y finalmente lo destinaron a Moscú con el cargo de viceministro de Exteriores. Contemporáneo de Lavrov. Todo esto para explicar lo complicado que resultaba dominar la jerarquía en la embajada soviética. El embajador dependía de Ivanov, el subalterno, al que obedecía con mansedumbre, y el propio Ivanov trataba con infinito respeto a Antonio, el chófer del embajador, que fue llevado a Rusia con centenares de niños españoles al finalizar la Guerra Civil, y también pertenecía a la KGB. Así que le ordenaba Bogomolov a su chófer que le llevara a la Embajada de Pakistán, y el chófer le decía al embajador: «Lo haré si yo quiero». Un dislate.

Como apunta el editorial de El Debate, «no se puede rendir lealtad a Bruselas, la OTAN, Washington, o la ONU, si al mismo tiempo se toleran las posturas de Podemos, IU, Bildu, Compromís, ERC, o el Grupo De Puebla». De ahí que Sánchez, en estos momentos cruciales para el mundo, sea un postergado por su innecesariedad y tomado por el pito de un sereno.

Putin es un comunista –lo ha reconocido– que añora el poderío territorial de la URSS. Un comunista convencido capaz de todo para imponer de nuevo la tiranía y levantar los muros que derribaron los luchadores por la libertad.

Si puede, y podrá, Putin asesinará a Zelenski, la antítesis de Puigdemont. Putin ayudó a los separatistas catalanes, porque todo lo que se fraccione en Europa ayuda a su empresa. Putin es la KGB. Y los que defienden a Putin, además de los partidos separatistas, estalinistas y terroristas que votan a favor del Gobierno social-comunista de Sánchez, son Cuba, Venezuela, Irán, Corea del Norte … y Juan Manuel de Prada en su sorprendente artículo del 28 de febrero en ABC.

Se confirma la muerte en acción de guerra de la escritora Iryna Tsvila defendiendo Kiev. Se confirma, y no es postureo, la participación armada, con el empleo de soldado, de Miss Ucrania, Anastasiia Lenna, en primera fila de combate contra los invasores de la capital de Ucrania. Miles de mujeres han tomado las armas, pero ni Irene Montero ni Yolanda Díaz –«El comunismo es la democracia y la igualdad. Por favor, no frivolicemos»–, tienen en cuenta el heroísmo de las mujeres ucranianas. España no puede presentar una actitud de dignidad teniendo en su Gobierno a representantes del comunismo más atroz y cretino.

Es muy complicado entender algunas cosas. En Rusia, manda la KGB. Todavía.