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El retorno

El Rey Juan Carlos I fue obligado a abandonar España sin cargo alguno contra él y sin estar imputado por ningún delito. Su ausencia ha constituido una anormalidad pavorosa. Y, en mi opinión, ha carecido de la defensa de quienes más tendrían que haberle defendido

La Fiscalía, muy a pesar de la fiscal general, de Pedro Sánchez, de Carmen Calvo, de Pablo Iglesias, de los herederos de la ETA, de los separatistas catalanes, de los comunistas decadentes, de Corinna como se llame y de los periodistas obsesionados, ha exculpado al Rey Don Juan Carlos I y archivado su caso por la inviolabilidad, el tiempo transcurrido y los vagos indicios. Se trata de una exculpación en toda regla, no excesivamente amable, por no decir que malhumorada. Su retorno a España no puede demorarse. El Rey de la libertad fue condenado sin que se presentaran cargos contra él. Fue el chivo expiatorio del ataque a la Corona que amparó e impulsó la Constitución de 1978, la de la libertad, los derechos humanos y la reconciliación de los españoles. No es una Constitución perfecta, pero está perfectamente viva. El Rey Juan Carlos I fue obligado a abandonar España sin cargo alguno contra él y sin estar imputado por ningún delito. Su ausencia ha constituido una anormalidad pavorosa. Y, en mi opinión, ha carecido de la defensa de quienes más tendrían que haberle defendido. El objetivo de parte del PSOE y la totalidad de los partidos antiespañoles que forman parte del Gobierno o lo apoyan con sus votos parlamentarios ha fracasado. El futuro del Rey Felipe VI y de la Monarquía Constitucional se ha aclarado, y bueno es recordar al actual Rey que la cercanía y la experiencia de su padre le serán absolutamente indispensables en los tiempos que vienen, en los que la libertad en España tendrá que enfrentarse a sus tradicionales enemigos. Los que desean fracturar y disminuir nuestro mapa, los que han heredado el hacha y la serpiente del terrorismo, los que viven anclados en el año 1939, y los que se mueven desde el resentimiento, el rencor y la venganza. La Constitución de 1978, imperfecta y mejorable, no concede ni sitio ni lugar al resentimiento, el rencor y la venganza. Y eso es obra del Rey y de la generosidad y firmeza de sus íntimos colaboradores en aquellos años difíciles y felices de la Transición.

Queda por ahí la demanda de esa mujer tan beneficiada económicamente por el Rey Juan Carlos, el inmenso error de su vida. Cuando el Rey, en su abdicación de la Corona, manifestó que su única función a partir de aquel momento era servir y ponerse a las órdenes de su hijo el Rey Felipe VI, lo hizo con la misma convicción que su padre, Don Juan de Borbón, cuando pasó de ser el Jefe de la Casa Real Española a primer servidor de España y de su hijo el Rey.

Se dice que su vuelta puede no ser definitiva, que no se establecerá en Madrid, y que su retorno es susceptible de un prudente tiempo de espera. ¿Más espera que dos años fuera de España sin motivo alguno y sólo por capricho de un Gobierno desleal? El Rey Juan Carlos tiene que volver inmediatamente, y con la cabeza muy alta, por la brillantez de su reinado, por haber situado a España en el respeto internacional y por su labor institucional inmejorable, con la excepción del mal tramo que hubo de sufrir desde el elefante de Botsuana a la indecente invitación de abandonar España. Y lo del elefante de Botsuana fue trágico, no por el elefante, sino por quién le acompañaba en aquella desventurada aventura.

Un regalo puede no ser estético, y el regalo del Rey de Arabia no lo fue. Pero lo antiestético no es delito ni pecado. Y no me creo que el Rey enloqueciera de generosidad obsequiando ese regalo a una tercera persona. Tengo la suerte y el honor de conocer al Rey desde que era un niño, yo el niño que no el Rey, que me aventaja en más de un decenio. Sus virtudes son muchísimas, desde el coraje a la valentía pasando por su innegable sabiduría institucional. Pero entre sus virtudes no destaca por el derroche económico. El Rey forma parte de la Cofradía del Puño, y no me creo el generosísimo regalo que recibió de su voluntad una tercera persona.

Su vuelta tiene que ser inmediata. Necesaria para España, la Corona y la normalidad. Y multitudinariamente recibida.