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Cuando Margallo apoyaba a Putin contra Ucrania

Casi sin excepción se ha cumplido el axioma de que a todo ministro de Exteriores le llega un sucesor que le hace bueno. Y 'Napoleonchu' Albares es una bendición para la memoria de García-Margallo

«El plato fuerte de la visita de tres días que el ministro español de Exteriores y Cooperación, José Manuel García-Margallo, ha estado efectuando a Moscú desde el domingo ha tenido lugar hoy con las entrevistas que mantuvo con su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, y con el ministro de Energía, Alexánder Novak. Lavrov agradeció a Margallo la postura 'contenida' de Madrid en relación con la posible adopción de más sanciones contra Moscú por su papel en la crisis ucraniana. 'Queremos subrayar que, en estos días difíciles para las relaciones entre la Unión Europea y Rusia, España mantiene una postura contenida y no insiste en continuar presionando a Rusia con más sanciones', manifestó el jefe de la Diplomacia rusa justo al comienzo de su reunión con Margallo».

Lo que antecede es el arranque de la crónica publicada en ABC el 11 de marzo de 2015 por su corresponsal en Moscú, Rafael M. Mañueco. Y es una perfecta metáfora de por qué estamos donde estamos. Un año antes Rusia se había anexionado la península de Crimea, territorio internacionalmente reconocido como parte de Ucrania. Se habían anunciado durísimas sanciones contra Rusia por esa agresión a la legalidad internacional. Pero ahí estaba nuestro Margallo, tan amigo de Lavrov, intentando rebajar la gravedad de las sanciones a Putin. Como es lógico, Putin no había olvidado esto cuando decidió invadir Ucrania. Y la actitud de España no fue una excepción. Pero esto explica perfectamente por qué el Gobierno ruso cree factible anexionarse Ucrania.

No son pocos los que insisten en justificar la agresión rusa aduciendo que Ucrania no tiene una entidad o historia propias. No volveré sobre ello una vez más, pero sí quiero recordar un dato poco valorado. La Unión Soviética estaba integrada por quince repúblicas, la principal de las cuales era Rusia. Cuando tras la Segunda Guerra Mundial se crearon las Naciones Unidas, la URSS consiguió que Ucrania y Bielorrusia tuvieran su propia representación en la Asamblea General de la ONU, separada de la de Rusia. ¿Por qué se seleccionó a Ucrania si nunca había sido un país distinto de Rusia? Nadie podía discutir que los estados bálticos habían sido independientes. Pero se escogió a Bielorrusia y a Ucrania. Y lo que es más importante, Ucrania tuvo asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, el máximo organismo de la organización, en 1948-49 y 1984-85. Rusia sabía que Ucrania tenía identidad propia y no tenía inconveniente en exhibirlo ante el mundo entero.

Pero en este asunto, España ha estado, una vez más, en el furgón de cola. Todavía en la rueda de Prensa tras el consejo de ministros del pasado martes, la portavoz del Gobierno negaba la posibilidad de enviar armas a Ucrania. Menos de 24 horas después, Sánchez anunciaba en las Cortes lo contrario. España no tiene una política exterior con una mínima lógica. Pero eso es normal porque casi sin excepción se ha cumplido el axioma de que a todo ministro de Exteriores le llega un sucesor que le hace bueno. Y Napoleonchu Albares es una bendición para la memoria de García-Margallo.