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España perdió mucho, pero no el talento y el ingenio. Hoy nos han invadido la grisura y las tinieblas de la estupidez y la chabacanería

Cuando falleció la Reina Mercedes de Orleans, jovencísima, y que produjo una locura de amor y melancolía en su esposo, el Rey Alfonso XII, por asuntos de Estado el Rey viudo se casó con la Princesa María Cristina de Habsburgo-Lorena, que pasaría a la historia como una gran Reina Regente hasta la mayoría de edad de Alfonso XIII. La Reina Mercedes, mítica por su muerte prematura, sevillana, se dio a conocer al gran público gracias al guion y la película ¿Dónde Vas, Alfonso XII?, escrito por Juan Ignacio Luca de Tena, que protagonizaron Vicente Parra y Paquita Rico. En la película, la Reina Mercedes es una pelmaza que se pasa el día cantando coplas y romanzas andaluzas sin prudencia y sin freno. Algunas de ellas de Rafael de León que no había nacido cuando Alfonso XII la tomó como esposa. No paraba de cantar. Hasta remando en el Tajo a su paso por Aranjuez en una pequeña falúa, la Reina Mercedes cantaba y cantaba sus coplas sevillanas, espantando a los patos, las garcillas y los gansos que se vieron obligados a emigrar hacia Toledo para no tener que soportar otra interpretación Real del Romance de Valentía. Mercedes muere, el Rey se refugia en el palacio segoviano de Riofrío, don Antonio Cánovas le anima a casarse, y entre el Rey, Cánovas, Sagasta, el duque de Alburquerque y la Reina Isabel II en el exilio parisino, acuerdan que la princesa europea que más cualidades reúne para ser Reina de España es María Cristina de Austria, tatarabuela de nuestro actual Rey Felipe VI.

Pero la Reina Cristina chapurreaba un mal español. Y Cánovas y Sagasta urgieron a Alfonso XII a que acelerara los estudios de su mujer para que dominara cuanto antes el idioma de su nueva patria. Y Alfonso XII se comprometió a ello. Llegó la Navidad y el ministro de Agricultura envió de regalo a la Reina un enorme jarrón de porcelana de Talavera con el escudo Real. En una recepción a la que asistía todo el Gobierno, la Reina quiso dar las gracias al ministro por su regalo. Unas gracias expresivas, no para salir del paso. «Alfonso, ¿qué le digo?». Y Alfonso XII le asesoró: «Dile que muchas gracias por esa espantosa gilipollez que te ha regalado».

Y ella cumplió: «Muchas gracias, señor ministro, por la espantosa gilipollez que me ha regalado». Cánovas estaba presente, y se dirigió al Rey: «Majestad, a partir de hoy, del aprendizaje del español de la Reina me ocupo yo». La gobernación en España pasaba de Cánovas –conservador– a Sagasta –liberal– y cuando Alfonso XII agonizaba, le dio un último consejo a su mujer, ya embarazada del que sería Alfonso XIII: «Crista, guárdate el coño, y de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas». Y la Reina dio a luz a Alfonso XIII cumpliendo hasta la mayoría de edad de su hijo una Regencia escrupulosa y firme. Hasta se vio obligada a declarar la guerra a los Estados Unidos por su apoyo a los insurgentes criollos cubanos. Tiempos duros de las pérdidas de las colonias. Cuba, Puerto Rico y las Filipinas.

Don Manuel del Palacio, grandísimo poeta, enchufado del anterior ministro de Ultramar, fue cesado en su cargo ministerial –del que se ignoraba su utilidad– por el nuevo ministro, el duque de Almodóvar del Río, un tapón con muy malas pulgas y Grande de España. Del Palacio lo consignó en una quintilla, forma poética que apenas le costaba edificar a Lope de Vega.

Por lavar mi negra honrilla,
​Me propongo demostrar
​Que escribir una quintilla
​Es la cosa más sencilla
​Que se pueda imaginar.

La de Manuel del Palacio al duque de Almodóvar no resultó tan suave.

Le llaman Grande y es chico;
​Fue ministro porque sí.
​Y en once meses y pico,
​Perdió Cuba, Puerto Rico,
​Las Filipinas… y a mí.

España perdió mucho, pero no el talento y el ingenio. Hoy nos han invadido la grisura y las tinieblas de la estupidez y la chabacanería.