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El Rey tiene que tragar con la ordinariez, la vulgaridad y la grosería calculada del comunismo podemita. Y ha asistido a la toma de posesión del nuevo presidente de Chile acompañado por Yolanda Díaz e Irene Montero

Xirinachs, que en paz descanse, no era inteligente. Su política en Cataluña se caracterizó por sus payasadas. Fue recibido en audiencia por el presidente Tarradellas, que era un hombre abrazado a las buenas maneras y el estricto protocolo. Xirinachs se presentó, como en él era habitual, uniformado de andrajoso. En Cataluña, el uniforme oficial de la retroprogresía independentista se inspira en el andrajo y el despojo textil. Cuando Xirinachs hizo su entrada en el despacho de Tarradellas, que iba impecablemente vestido y limpio como todo buen anfitrión, no le estrechó ni la mano. –Si yo me he vestido así para recibirle con respeto, usted también está obligado a respetarme a mí, no sólo como persona, sino como presidente de la Generalidad de Cataluña. Cuando abandone mi despacho, es decir, ahora mismo, solicite una nueva audiencia en mi Secretaría. Buenos días–.

Tengo destacado entre mis libros de humor más deliciosos El Paquete de Enmiendas a la Constitución Española de 1978 de Xirinachs.

No lo mejorarían si lo hubieran escrito Alberto Garzón, Irene Montero, Adriana Lastra y Juan Carlos Monedero en colaboración. Se trata de un libro tan elementalmente majadero que hay que leerlo con la mejor disposición de júbilo. Tarradellas no toleraba la ordinariez, la vulgaridad estética y la grosería calculada.

El Rey tiene que tragar con la ordinariez, la vulgaridad y la grosería calculada del comunismo podemita. Y ha asistido a la toma de posesión del nuevo presidente de Chile, Boric, acompañado por Yolanda Díaz e Irene Montero, muy de la cuerda del recién estrenado mandatario chileno. Yolanda Díaz, vicepresidente del Gobierno de España amén de ministra de algo, viajó con el Rey y desembarcó del avión en Santiago de Chile calzada con zapatillas blancas deportivas. No se trató de un fallo involuntario propio de una paleta, sino de una calculada falta de educación.

No tengo previsto, en los próximos treinta años, acompañar al Rey a viaje oficial alguno. Ni oficial ni privado. Los viajes del Rey y mi persona vivimos ajenos los unos del otro. Como manifestó el gran escritor inglés Hector Hugh Munro 'Saki' a su banquero cuando le solicitó un crédito: «vivo tan por encima de mis posibilidades que, por decirlo de alguna manera, vivimos aparte». Pero de acompañar al Rey, jamás se me ocurriría hacerlo con zapatillas de tenis. Horas más tarde, cuando se vistió para asistir a la ceremonia de la toma de posesión de Boric, se vistió muy mal pero correctamente, dando a entender que respetaba más al nuevo presidente de Chile que al Rey de España, de cuyo Gobierno es vicepresidenta y ministra de algo. Sucede que el Rey no tiene la libertad para mandar a paseo a la libélula gallega como la tuvo Tarradellas para sacar de su despacho al pobre Xirinachs, uniformado de tonto del Ensanche.

Edgar Neville, el genial escritor y pionero guionista de cine, conde de Berlanga del Duero y diplomático –diplomático a secas, no de precisión–, ofreció en Madrid una fiesta de disfraces. Entre los invitados, Agustín de Foxá, conde de Foxá y Armendáriz, portentoso escritor, poeta y diplomático impreciso, en numerosas ocasiones castigado por su talento libre. A Foxá se le olvidó la fiesta de disfraces, y cenaba con un grupo de amigos en el restaurante Salvador de la calle de Barbieri. Foxá era muy dejado en los atavíos. Siempre se vestía con un traje, camisa y corbata, pero los manchaba de comida, de ceniza y de alcohol derramado. Llegaba hecho un pincel y se marchaba como si se hubiera bañado en un bebedero de patos.

Alguien, durante la cena, le recordó la fiesta de disfraces de Edgar. Y Foxá se excusó y acudió a la casa de Neville sin disfraz ni nada. Al verlo llegar, Edgar le preguntó: –Agustín, ¿de qué vienes disfrazado? Y Foxá le respondió: –De queso manchego.

Pero bueno, aquello fue una improvisación genial. Y mucho me tiene que agradecer Yolanda Díaz que hable de 'Saki', de Edgar y de Foxá en un artículo inspirado en su grosería protocolaria al Rey y a España. Además de la mala intención, una pobre paleta.