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La ultraizquierda contra Vox y la democracia

Como son cada vez más totalitarios, su intención ahora es manifestarse contra la mayoría salida de las urnas en Castilla y León

Como Donald Tusk sea tan hábil en la política doméstica polaca como lo está siendo como presidente del Partido Popular Europeo, más les vale a los polacos que no sea su próximo primer ministro. Verdaderamente, no es fácil hacerlo peor en estos días con el PP español y con el pacto en Castilla y León.

En el PPE hay un gran ejemplo de lo que representa que un partido miembro de la formación pacte con otro que está más a la derecha. Y no en un país menor. Fue en Austria en el año 2000. En las elecciones del 3 de octubre de 1999, el Partido Popular de Austria (ÖVP), que llevaba décadas siendo el segundo partido de una gran coalición con el Partido Socialista de Austria (SPÖ), fue superado por el Partido de la Libertad (FPÖ) de Jörg Haider, un partido unánimemente considerado de extrema derecha. Con buen criterio, el jefe del ÖVP, Wolfgang Schüssel, decidió que no tenía sentido para su partido seguir en coalición con los socialdemócratas si eso implicaba que el FPÖ le fuera robando el electorado. Así que Schüssel convenció a la extrema derecha para que entrase en un Gobierno de coalición con los populares. Y dado el rechazo internacional que tenía el líder del Partido de la Libertad, les convenció para que el Gobierno fuese encabezado por el propio Schüssel, que en el Gobierno saliente era el ministro de Asuntos Exteriores. El 4 de febrero de 2000 se anunciaba el nuevo Gobierno.

Llanto y crujir de dientes en Europa. Era intolerable que un partido de extrema derecha formase parte de un Gobierno. La Unión Europea sancionó informalmente a Austria, en buena medida a instancias del Partido Socialista austríaco. Como no había ninguna norma en los tratados de la UE que previese una situación así, lo único que pudo hacerse fue someter al Gobierno austriaco a cierto grado de ostracismo. Unos meses más tarde se nombró una comisión de tres sabios entre los que estaba Marcelino Oreja Aguirre. Concluyeron que las sanciones no estaban justificadas. El 24 de noviembre de 2002 se celebraron elecciones anticipadas a instancias de Schüssel. El Partido Popular pasó de tercer partido a primero, adelantando a los socialistas por primera vez desde 1966. Y el Partido de la Libertad pasó del 27 por ciento de los votos al 10. Un batacazo, fruto de su paso por el Gobierno. Yo no sé si Tusk piensa que fue una mala idea que el ÖVP diese entrada en el Gobierno al FPÖ, pero lo cierto es que forzó por primera vez en décadas la salida de los socialistas del poder sobre el que ya consideraban tener un derecho absoluto.

La izquierda en Austria, y en toda Europa tiene unos dejes cada vez más antidemocráticos. El pasado sábado El País daba un titular en portada «Feijóo: 'Es mejor perder un Gobierno que ganarlo desde el populismo'». A las 48 horas de que se anunciara el pacto de Gobierno de Castilla y León, la intención del titular era evidente. Decir a sus lectores que Feijóo desaprueba el pacto con Vox. Pero cuando uno leía la noticia a la que remitía el titular, el contenido era radicalmente distinto: «El presidente de la Xunta de Galicia y candidato a la presidencia del PP, Alberto Núñez Feijóo, aseguró ayer en Valencia que no ha capitulado de su ideario moderado, a pesar de haber dado el visto bueno al acuerdo de gobierno entre su partido y la extrema derecha de Vox en Castilla y León. En su primer baño de masas como candidato, al asistir a uno de los multitudinarios espectáculos pirotécnicos de las Fallas de la capital valenciana, Feijóo evitó ante los medios de comunicación referirse expresamente al partido que preside Santiago Abascal». Están muy nerviosos.

Como vimos en Andalucía cuando el PP formó Gobierno por primera vez con el apoyo de Ciudadanos y el respaldo externo de Vox, la izquierda se echa a la calle contra el resultado de las elecciones. ¿Hay algo más antidemocrático que eso? También lo vimos en Estados Unidos cuando Trump ganó las elecciones: salieron a la calle en manifestación contra el resultado electoral. La única manifestación verdaderamente legítima es la que se hace en las urnas.

Pero como esta izquierda es cada vez más totalitaria, su intención ahora es manifestarse contra la mayoría salida de las urnas en Castilla y León. Izquierda Castellana (IzCa), una formación de ultraizquierda, ha convocado una manifestación el 26 de marzo ante las Cortes. Y luego hablan de «fascismo» los que se niegan a respetar el resultado electoral.