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Duelo en la cumbre: «Yo, Sánchez» contra «Soy Georgina»

¿Qué pasaría en España si un presidente de derechas estuviese grabando un «reality show» de propaganda en la Moncloa en plena crisis de Ucrania?

Debemos ser comprensivos con las debilidades de carácter del prójimo. Si una persona presenta un ego hipertrofiado resulta normal que sufra brotes de celos ante el éxito de otros divos. Así que cuando Netflix estrenó Soy Georgina, el documental íntimo sobre las joviales andanzas de la mujer jacetana de Cristiano Ronaldo, un pensamiento fugaz cruzó mi cabeza: «Houston, tenemos un problema. En cuanto Perico vea esto, nos monta un show igual a su mayor gloria». Dicho y hecho.

¿A qué dedicaba Sánchez parte de su jornada tres días después del inicio de la guerra de Ucrania? Pues el presidente del Gobierno andaba metido en grabar un «reality show» sobre su vida en la Moncloa. Como Georgina, vaya. O las Kardashian antes que ella. El serial sobre el Sánchez íntimo, costeado por la productora de James Costos, en su día embajador de Obama en Madrid y perfectamente «progresista», constará de cuatro capítulos.

Sé que cuesta un poco creer este delirio. Pero es así. Lo ha explicado con detalle la propia productora, que habla de un documental «humano y privado». Mientras la inflación azota a familias y empresas, mientras los telediarios y la prensa dan cuentan de los horribles bombardeos sobre ciudades ucranianas y el mayor éxodo desde la Segunda Guerra Mundial, mientras el precio de las gasolinas y la luz alcanzan precios que asustan, Sánchez se dedica a competir con Soy Georgina. En efecto: si un presidente de derechas utilizase el Palacio de la Moncloa para rodar una patochada propagandística así, aquí se caerían las columnas del templo. Pero lo hace un egotista del correcto «progresismo» y no se escucha un murmullo de queja en el coro del tertulianismo biempensante.

El director del documental, hijo del maravilloso guitarrista Paco de Lucía, incluso se permite comentar que «los políticos y la Casa del Rey» deberían tomar nota de este ejemplo de «apertura y transparencia». Las cámaras seguirán por todas partes a Sánchez y a su equipo monclovita, con el único límite de que no aparezcan sus hijas. ¿Y cuándo está previsto que se estrene el invento? Pues –¡oh casualidad!– en la primera mitad del año que viene. Es decir, a modo de precampaña de las elecciones generales.

Veremos sin duda a un Sánchez apolíneo trotando por el jardín monclovita y gustándose. O a Bego y Peter en encantadora complicidad doméstica (estaría bien que enseñasen el sótano donde han arrumbado la piltra del viejo Mariano y Viri, cuya retirada fue su primera medida en la Moncloa, según relata en su autobiografía Manual de Resistencia, escrita por una negra). Admiraremos al Gran Timonel salvando a la nación de naciones y al planeta desde su despacho (y no faltarán ante la cámara los ya habituales morritos a lo parodia de Ben Stiller). Los ministros se enfrascarán en una durísima liza por ver quién pelotillea más al líder en el documental, al modo de las justas lisonjeras de los amigos de Georgina. Nuestro Sánchez contará cuánto le gusta el baloncesto (cuando me consta por una fuente que se lo preguntó que en realidad no le interesa demasiado). Incluso tal vez pase a tomarse una birra por Moncloa el bueno de Iñaqui Carnicero, el amiguete del alma, un arquitecto que no acababa de encontrar curro en España y al que le arregló la papeleta inventándole una dirección general que le adjudicó a dedo (y que pagamos todos).

También sería agradable algún cameo de Tezanos, trucando las encuestas del CIS en directo mientras se toma un cortado con el líder. O una cenita íntima con Lola y Balta (la fiscal general del Estado y el dueño de un bufete que va viento en popa, pareja feliz, sin que pase nada ante tan grosero conflicto de intereses, porque en este país ya vale todo).

El próximo año los españoles se enfrentarán a una decisión hamletiana a la hora de la siesta: ¿Soy Georgina o «Yo, Sánchez»? Mi pronóstico es que Georgina y Cris golearán a Pedro y Begoña. Y es que aunque a veces parece que las tragaderas del público son infinitas, me temo que este presidente ya está de salida. Ha pretendido tomar el pelo a todo el mundo todo el tiempo y ya advirtió el gran Lincoln en su hora que semejante milagro es imposible.

(PD: Para echar una mano en el proyecto, una propuesta de títulos para los cuatro episodios de «Yo, Sánchez». Capítulo 1: «El jovencito Frankenstein», el pacto con los separatistas para echar a Rajoy. Capítulo 2: «Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores», la coalición con Podemos. Capítulo 3: «El verdugo», cuando se cepilla sin pestañear y de una tacada a Carmen Calvo, Ábalos e Iván Redondo. Capítulo 4: «Aterriza como puedas», una crisis económica de caballo y el final de un Gobierno incompetente, que nunca debió haber existido).