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Hasta Pedro Sánchez se ha vuelto 'neocon'

El referente periodístico de la izquierda española, 'El País', hacía ayer una rectificación histórica en su editorial, afirmando que «la defensa armada es necesaria», una obviedad que era negada sistemáticamente por la izquierda como propia de una derecha agresiva, violenta o extremista

Pedro Sánchez ha pasado de pedir la supresión del ministerio de Defensa a reivindicar la libertad y la soberanía de Ucrania y el apoyo militar con armas. Bastó una semana de bombas rusas y de formación de un enorme movimiento de solidaridad internacional con los ucranianos para que Sánchez, el socialismo español y una buena parte del mundial rectificaran radicalmente sus posiciones contra lo que llamaban el militarismo de la derecha. Y para que asumieran las del neoconservadurismo en política internacional. Otra cosa es que la rectificación haya llegado tarde y sea insuficiente.

Porque esas mismas ideas que hasta Sánchez defiende ahora eran descalificadas por la izquierda como «fundamentalismo neocon». Llamaban así al rasgo seguramente más importante, y, sin duda, el más revolucionario del neoconservadurismo, la idea de que debemos defender la libertad en todos los lugares, no solo en nuestro propio país, lo que va unido en algunas ocasiones a la necesidad de una defensa armada de esa libertad. El referente periodístico de la izquierda española, El País, hacía ayer una rectificación histórica en su editorial, afirmando que «la defensa armada es necesaria», una obviedad que era negada sistemáticamente por la izquierda como propia de una derecha agresiva, violenta o extremista.

Hace diez años, en mi libro Desmontando el progresismo, hice un repaso de las sandeces escritas sobre el neoconservadurismo desde la increíble ignorancia del llamado progresismo. Una ignorancia en parte buscada para obviar ese elemento revolucionario, y perturbador para la izquierda, de la libertad. Así, llamaban fundamentalistas a algunos de los más brillantes intelectuales estadounidenses, para que las descalificaciones impidieran ver, no solo su llamada a la defensa de la libertad, sino su análisis, ahora tan evidente en Ucrania, de que hay ataques violentos de algunos países y grupos terroristas frente a los que es necesaria la respuesta militar.

Ahora, la barbarie de Putin en Ucrania ha provocado un cambio fundamental en las posiciones de Europa sobre la defensa militar de la libertad y una rectificación de la izquierda. Eso sí, en parte por miedo a la opinión pública y no por convicción, como lo muestra ese ridículo intento de Rufián y ERC por separarse de los acuerdos de sus socios independentistas con Putin, como si no estuvieran todos en el mismo barco golpista. O llamando nazis a los activistas ucranianos hasta hace menos de un mes.

El problema para la vida y la libertad de los ucranianos es que esa rectificación no sea suficiente, como está comunicando al mundo el presidente Zelenski. Es cierto que el boicot a Rusia y el envío de armas están frenando la invasión rusa, pero, ¿hasta cuándo? Y es que la asunción mundial de las posiciones neoconservadoras se ha producido con límites, con el límite de la intervención militar, la que Europa y Estados Unidos evitan con el argumento de la tercera guerra mundial. Los neoconservadores sostienen que esa defensa de la libertad en el mundo también es necesaria por los intereses propios, en este caso, los de Europa. Y no hay que descartar que a medio plazo las víctimas del miedo a la tercera guerra mundial seamos también el resto de europeos, no solo los ucranianos.