La España que quieren marginar
Madrid no ha visto nunca una protesta como esta si no era contra el terrorismo de cualquier origen. Si queda alguien con sentido común en el Gobierno de Sánchez, que no piense sólo en él, haría bien en pensar por qué su Gobierno se disputa ese honor con ETA y el islamismo. Ánimo, háganselo mirar
La mayor prueba del éxito de la manifestación del domingo 20 de marzo en Madrid es que a las 14:00 horas, tres después de que comenzara la protesta, el canal 24 Horas de TVE sacó a los dirigentes políticos de los partidos de centro y derecha, para intentar ideologizar la marcha y a las 16:30 El País decía que los organizadores aspiraban a reunir a 200.000 personas, pero que la Delegación del Gobierno lo cifró en 150.000. Es decir, que la cifra real estaba muy cerca de la que finalmente reivindicaron los convocantes: 400.000 personas. Cuéntenlos con las fotografías que tomaban los helicópteros de la Policía Nacional desde el aire a los que los manifestantes saludaban sin cesar.
Me ha dado mal cuerpo ver la manipulación de TVE sobre la manifestación. Todavía mayor de la habitual, que ya es decir. Aparte de los políticos mencionados, seleccionaron a una señora de edad a la que sólo le faltaba el collar de perlas. Cómo me alegro de que tuviera fuerzas para manifestarse. Pero esa no fue la España que tomó Madrid el domingo 20 de marzo. Si los 150.000, 300.000 o 400.000 manifestantes fueran todos de ultraderecha, sería el mayor fracaso de un Gobierno de izquierda en la historia de España. La inmensa mayoría de los allí congregados, como no podía ser de otra forma con esas multitudes, era gente trabajadora. Allí se vio, desde el conde de Teba, a caballo, hasta cientos de miles de modestos trabajadores indignados. El sábado estuve en una finca de caza en Trujillo donde conocí a un par de modestos trabajadores, que normalmente sirven allí como ojeador y secretario en cacerías de perdices. Ambos se llaman Alberto y los dos se iban a subir a un autobús a las 6:30 de la mañana del domingo para venir a Madrid a manifestarse. Y era un autobús particular, que no contaba entre los 1.500 autocares de los que se había dado todos los datos a la policía municipal madrileña. Uno de esos dos Albertos, que no eran precisamente Cortina y Alcocer, es un modesto ganadero y el otro trabaja en una pequeña industria del tomate. Ambos complementan sus sueldos trabajando sábado y domingo en el sector cinegético por 80 euros cada día durante la temporada de caza, ya concluida. Esta es la ultraderecha que se manifestó el 20 de marzo en Madrid. Pero de la que ningún medio de los habituales se atrevió a informar. No se podía no hablar de ello y había que esconderlo el máximo posible. A la hora anteriormente dicha, en la pantalla de mi ordenador, para encontrar la noticia en El País, había que pasar diez pantallazos. En El Debate era la noticia de apertura.
Aunque la caza está lejos de ser el sector más importante, por comparación con la agricultura y la ganadería, fue la más visible dentro de la multitudinaria protesta: el sector con más carteles y pancartas. Y el que más reivindicaba el bienestar de los animales, especialmente el de los perros rehaleros que este Gobierno quiere exterminar esterilizándolos. Un crimen de principios neonazis, pero al que los ecologetas que no han tenido valor para comparecer en la Castellana madrileña no dedican un minuto. A ellos les debe de parecer que algunos animales deben ser exterminados.
No sabemos la utilidad que verdaderamente tienen las manifestaciones. Pero Madrid no ha visto nunca una protesta como esta si no era contra el terrorismo de cualquier origen. Si queda alguien con sentido común en el Gobierno de Sánchez, que no piense sólo en él, haría bien en pensar por qué su Gobierno se disputa ese honor con ETA y el islamismo. Ánimo, háganselo mirar.