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La cabeza de «Napoleonchu» huele a pólvora

Quien mejor ha jugado en el mundo la carta del Sahara fue Donald Trump. Y ya comprenderán que a Washington el Sahara, el Polisario y Tinduf le importaban una higa. Pero a cambio de conceder a su aliado marroquí esa victoria, le sacaron un precio relevante: el establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel

La cuenta de Twitter más entusiasta de nuestro ministro de Asuntos Exteriores (¿por qué será?) es la de @jallorente y en ella se decía el pasado viernes 18 de marzo a las 20,07: «Enhorabuena @sanchezcastejon @jmalbares @AMorenoBau @MAECgob por ese giro en las relaciones con #Marruecos. Es obvio que es el resultado de muchas horas de trabajo y de una actividad diplomática bien pensada. Que dure.» Y que Santa Lucía le conserve la vista al autor del mensaje. Todavía no sabemos con certeza si la iniciativa en el disparate diplomático del antiguo Sahara español ha sido del presidente Sánchez o de su ministro de Exteriores @jmalbares más conocido por Napoleonchu. Lo que sí sabemos, sin ninguna duda, es que ha sido uno de los mayores disparates cometidos por España como nación en los últimos cien años.

No haya lugar a equívocos: hace muchos lustros que creo que el Sahara no tiene más salida que dentro del Reino de Marruecos, donde ya está de hecho. La mejor manera de ayudar a la conservación de cierta identidad saharaui es buscar garantías internacionales para esa autonomía ya prometida, pero poco concretada. Pero España no ha hecho nada de eso. El ministerio dirigido por Napoleonchu redactó a Moncloa una carta dirigida al Rey de Marruecos en la que reconocía que la opción de la autonomía era la mejor. Y lo hacía a cambio de nada. En realidad a cambio de la vuelta a España de la embajadora marroquí, pero eso es casi lo mismo que a cambio de nada.

Quien mejor ha jugado en el mundo la carta del Sahara fue Donald Trump. Y ya comprenderán que a Washington el Sahara, el Polisario y Tinduf le importaban una higa. Pero a cambio de conceder a su aliado marroquí esa victoria, le sacaron un precio relevante: el establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel. Que una figura como el Comendador de los Creyentes, con toda la significación que tiene dentro del islam, normalizara el contacto bilateral con Israel tenía un profundo impacto en la región. Y en esta materia, el «aficionado» Trump hizo más en Oriente Medio que casi todos sus predecesores y grandes especialistas en política exterior. Y del mega especialista Joe Biden, lo único bueno que podemos decir en esa materia es que mantuvo lo decidido por su predecesor.

El Gobierno del presidente más mentiroso de la historia nos dice que negociaron condiciones para Ceuta y Melilla. Eso hubiera sido un gran acierto. El problema es que no hay un solo papel. Y estas cosas, con tratados, permiten que Gibraltar siga siendo británico más de tres siglos después. Sin papeles, a ver a quién vas a reclamar la palabra dada. Si es que te la dieron alguna vez. Cosa que personalmente dudo muchísimo. Si tú negocias una contraprestación, tienes algo que exhibir y no te encuentras con que el Rey de Marruecos filtra parte de tu carta y te pilla desprevenido. Y encima exhibe la vuelta inmediata de su embajadora a Madrid para que quede claro el magro precio pagado por el Reino de Marruecos al Reino de España por tan radical cambio. Cambio que no consultó con nadie y del que nunca sabremos si informó anticipadamente al Rey.

El ridículo perpetrado por Napoleonchu diciendo que había informado previamente a Argelia, mientras Argel llamaba a consultas a su embajador en Madrid, es de los que en una democracia seria provoca la caída del ministro. Pero en España no, claro. Aunque fuese mentira. Algunos creen que esto es el resultado de presión norteamericana sobre Sánchez. Personalmente lo dudo mucho. Cuando consigues llevar a tu país a la irrelevancia, el Departamento de Estado no pierde el tiempo en estos detalles en medio de una guerra. Y ayer se anunció la nueva ronda de conversaciones sobre la guerra en Ucrania del presidente norteamericano con dirigentes internacionales y Sánchez sigue fuera de juego.

Es más probable que el desencadenante del cambio español en el Sahara fuese la información que hoy ofrece El Debate sobre cómo los servicios de inteligencia españoles detectaron una nueva avalancha de inmigrantes. Y eso ya es la humillación total. La prueba última de que un incidente fronterizo –por más grave que pueda ser– lleva a cambiar precipitadamente una política de Estado sostenida durante medio siglo, con consenso generalizado.

Como decía, no sé si la iniciativa del Sáhara la tomó Sánchez personalmente o se la propuso Napoleonchu. Lo que sí sé es que se puede complicar tanto como la de recibir ilegalmente al jefe polisario, Brahim Gali, decisión que tomó Sánchez y costó el puesto a la ministra González Laya. Napoleonchu haría bien en mesarse las barbas que no tiene. Pero yo, con toda mi buena voluntad, cuento que su cabeza huele a pólvora porque eso hará que Sánchez se resista a emplearlo como recurso para no dar la razón a quienes tanto desprecia.

De nada, ministro.