Fundado en 1910

El retrete de porcelana

La historia del coto de Doñana, de la Marismilla y del buen gusto, están sin fisuras del lado del retrete de porcelana holandesa que jamás le ha negado el uso a nadie

Ellos le llaman el «váter principal».

La caudalosa desembocadura, muerte a la mar del Guadalquivir, tiene dos paisajes de asombro. Desde la orilla gaditana, el Coto de Doñana, y desde el Coto, Sanlúcar de Barrameda, Bonanza y el Bajo de Guía. Adentrándose en el Coto, el Palacio de la Marismilla, el que fuera del duque de Tarifa, posteriormente del marqués del Borghetto, y finalmente del Estado, cediéndole el uso a los Sánchez y demás patulea.

En 1985 el Coto de Doñana fue malvendido al Estado después de insoportables presiones no alejadas de directas amenazas, a sus propietarios. Gobernaban los socialistas del primer Gobierno de Felipe González. Los nuevos gestores decidieron convertir la capilla en auditorio. En 1986 fue deshabitada de toda clase de ornamentos religiosos y muebles –como en la República–, y todo lo extraído, quemado en una hoguera. No contaron con la opinión y los sentimientos de los guardas y demás trabajadores del coto y de sus familias. Éstos, devotos de la Virgen del Rocío, amenazaron con incendiar el coto si la capilla se convertía en auditorio, y la tensión que se produjo fue tan grande, que no se llevó a cabo el cambio de función. Eso sí, la capilla dejó de tener culto y atenciones. Y así continúa.

El comedor se mostraba empanelado de madera de roble. El marqués del Borghetto compró un viejo vagón de tren para usar su madera. Hoy, la madera de roble ha sido violada por una pintura color crema muy del gusto de los actuales usuarios. Se mantienen los cuadros, de Manuel López de Ayala, que representan a distintos personajes de la familia del duque de Tarifa y algún lienzo con motivos medievales. Se comenta que pueden ser sustituidos por diferentes retratos de Almudena Grandes, pero hasta la fecha el cambio cultural no se ha producido.

La mesa del comedor es de caoba de una sola pieza y ganó un concurso internacional de muebles en Chicago. En esa mesa se han sentado reyes, premios Nobel, científicos, cazadores ilustres y lo más importante, cuatro generaciones de la familia que mantuvo todo el peso del paraíso que llegó a sus manos.

Y en el cuarto de baño del dormitorio principal, el que usaba el Rey Alfonso XIII en sus numerosas visitas al coto está –o estaba– el retrete de porcelana holandesa, de Delft, que acogía con frecuencia el real trasero de Alfonso XIII para hacer sus cositas mayores. Un retrete de gran belleza y valor artístico, así como histórico, hecho a la medida de las nalgas del Rey, que era flaco como un junco.

Ellos lo usan también y le dice «el váter principal».

El retrete que encargó el duque de Tarifa para el Rey Alfonso XIII ha dado cobijo de deposiciones a muy importantes y elegantes antifonarios. Y se mantuvo siempre receptivo y en perfecto uso. Pero desde que ha sabido que sus nuevos usuarios le dicen «el váter principal», ha entrado en profundos y esporádicos episodios de melancolía. Pasó hace meses por una situación de fragilidad anímica extrema, al oír que, aprovechando el dinero europeo del que Sánchez ha dispuesto de 350.000 euros para modernizar Doñana, y por problemas de la excesiva expansión de las posaderas de la usuaria principal sobre las medidas originales del culo de Alfonso XIII, han decidido retirarlo a cambio de un inodoro de marca italiana, la preferida de los oligarcas rusos para sus cuartos de baño navegantes en sus lujosos barcos, con grifería bañadas de oro y de todas esas cosas. «Ejque, Pedro, lo entenderás, en ese váter yo no estoy cómoda». Y Pedro lo entiende, porque él tampoco se siente a gusto. Pero la historia del coto de Doñana, de la Marismilla y del buen gusto, están sin fisuras del lado del retrete de porcelana holandesa que jamás le ha negado el uso a nadie.

Claro que, si le preguntan qué prefiere, si la supervivencia refiriéndose a él como «váter principal» o la muerte, el retrete elegiría la muerte.

Yo lo conozco. Lo usé en una ocasión. Y me emocionó su señorío de porcelana.