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Yoli se ha hecho caca

Yoli no ha suspendido escucha alguna. Lo que ha comprobado es que nadie la escucha a ella y que se pueden hacer y decir las mismas burradas hablando en un tono bajito

Yoli ha dicho que suspende su proyecto de «escucha» a la sociedad, del que no teníamos demasiada constancia ni nos importaba especialmente pero que a ella, por alguna razón, le parecía decisivo.

La «escucha», que parece una parte de la liturgia del cazador para abatir un jabalí, consiste en realidad en verse con Ada Colau, las Mónicas de Madrid y Valencia y, según el día, con Las Ketchup de Podemos, Irene Belarra e Ione Montero, o al revés, conocidas así por dejarlo todo perdido de sangre.

Alguna vez, por dar testimonio directo de inclusividad transexual no binaria y del Atleti, se suma Alberto Garzón, disfrazado de Conchita Wurst, para vivir la experiencia de ese frente femenino sin necesidad de quitarse la barba, imprescindible por si algún día decide al fin pisar una fábrica del metal.

No existe constancia documental del tipo de conversaciones que las cuquis mantienen en la intimidad cuqui para fundar un nuevo Frente de Liberación de Palestina cuqui, que durará lo que tarde en renacer una nueva disidencia, aunque se comenta que llegaron a debatir, sin ambages, sobre si el gentilicio de Ucrania debía de ser ucraniense para evitar rimas heteropatriarcales viables con el original.

Yoli ha renunciado, en fin, a algo que nadie le había pedido y solo alimentaba Tezanos, para fastidiar a Podemos o cualquier otro recado que le mande su dueño soltándole la correa: «Ataca José Félix». Y José Félix ataca a cambio de su tazón de pienso.

Porque, ¿a quién escuchaba exactamente Penélope Glamour y qué le ha dicho en concreto? Ahí fuera había, y hay, millones de autónomos, camioneros, electricistas, abogados, chóferes, comerciantes, peluqueros y currantes en general que llevan meses gritando, tras comerse una pandemia, dos crisis, una guerra y a Pedro Sánchez con las mismas ayudas que le presta un tiburón blanco a una foca en las islas árticas de Melville.

Y viendo, mientras, como Yoli se dedicaba a subir los costes laborales para dificultar la contratación y Pedro, su Pedro, gritaba «salimos más fuertes» como un urogallo en época de berrea.

No dijo nada. No escuchaba a nadie. Ni siquiera a sus compañeras de Consejo de Ministros, también cuquis, que tuvieron el detalle de saludar a los currantes al berrido de «ultraderechistas».

Yoli no ha suspendido escucha alguna. Lo que ha comprobado es que nadie la escucha a ella y que se pueden hacer y decir las mismas burradas hablando en un tono bajito. La vicepresidenta solo está pensando en sí misma y ha llegado a la conclusión de que le salen mejor las cuentas de número 1 del PSOE por Coruña, o algo así. Se ha hecho caca, y no puede esperar ahora que los camioneros la ayuden con las abluciones.