¿Cómo recibe mi cerebro la guerra?
Redes sociales y guerra en Europa: primera vez en la historia que ambas cosas coinciden en el tiempo
Hace un mes que empezó la guerra y con ello cuatro semanas en donde no hemos parado de recibir noticias casi al instante de lo que está sucediendo en Ucrania. Los horrores de la guerra llevan impactando desde hace 30 días en nuestras vidas pero sobre todo en nuestro cerebro y esto nos ha hecho estar hiperalerta. Y es que la amígdala, que es la zona del cerebro que percibe el riesgo y la supervivencia, se ha vuelto a hiperactivar.
Nuestro cerebro funciona de tal forma que una vez que la información nos llega, es revisada y analizada de modo que busca aquello que pueda llegar a influir en la supervivencia. Esta búsqueda no para hasta que termina por encontrarla. Cuando la detecta, como no tiene solución, la intensifica convirtiéndose así en un pensamiento bucle. De ahí que no podamos dejar de pensar y ver noticias negativas. No debemos olvidar que todo lo que vemos, nuestro cerebro lo experimenta como si lo estuviéramos viviendo, aunque con menor intensidad. Y por ello, verlo nos afecta y cambia la forma que tenemos de enfrentarnos a nuestro día a día. Este efecto es rápido en nuestro cerebro y nos lleva a que busquemos de forma incansable la evolución de la guerra o las impactantes fotos de algún brutal ataque.
Se trata de la necesidad malsana de saber qué está pasando generándonos una preocupación constante por saber los últimos acontecimientos (casi siempre negativos). A la recepción excesiva de información por los medios de comunicación que nos crea consecuencias negativas en la salud mental se le denomina infodemia.
Esta infodemia nos ha producido un desbordamiento emocional que nos ha llevado a consecuencias psicológicas (depresiones, brotes, ansiedad…) y físicas (problemas gastrointestinales, problemas de espalda…). Por eso, la guerra no siendo buena nunca, ha venido en nuestro peor momento, pues ha supuesto nuestro hundimiento psicológico.
Toda la información que recibimos en su momento del Covid nos saturó, pero al final nos unió, pues se trató de un desastre natural mundial. Sin embargo la guerra, saturándonos también, nos ha desunido. Y esta desunión nos ha hecho darle más vueltas en nuestra cabeza, con la consiguiente necesidad de búsqueda de información. Por eso, ¡qué importante es que cuidemos lo que recibimos!
Para ello, sería bueno dosificar la cantidad de noticias que absorbemos sobre la guerra. Intentemos no vivir el día a día con amenazas, con sensación de que el mundo es peligroso, pues eso nos cambia y nos influye a la hora de relacionarnos con los demás convirtiéndonos en personas más irritables.
¡Saquemos cosas positivas de lo que está ocurriendo! Aprendamos a valorar la cantidad de gente buena y voluntariosa que existe. Aprovechemos para adquirir un sentido más espiritual y profundo de la vida. Ayudemos en lo que podamos y al mismo tiempo pensemos en aquellas cosas que priorizamos… y solo entonces nos daremos cuenta que, lo que realmente vale la pena en la vida es la familia, los amigos, y el Amor.