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El último mono

Se cuenta de un gran accionista de una tradicional bodega del Puerto de Santa María. Era soltero, y como se decía por allí, bastante mariquita. Hoy se habría podido casar como Marlasca, pero en aquellos tiempos era empresa imposible. Aprovechando que el río Rudrón pasa por Covanera, manifiesto mi alivio después de conocer que la Asociación de Víctimas del Terrorismo le ha retirado los honores mal concedidos a Marlasca por su indignidad y sus cariños a Bildu y a los asesinos de la ETA, a los que tanta comprensión dispensa. Pero retorno al principio. El tío soltero era un tipo estético y elegante. Solo le interesaba que la Bodega diera beneficios y que los ejecutivos contratados fueran a trabajar bien vestidos. Los familiares, se daba por su supuesto que acudían a la Bodega muy bien trajeados, aunque trabajaran poco. El tío soltero, celebraba la Navidad el día 29 de diciembre. Convidaba a todos sus sobrinos, que eran muchos, y les hacía un buen regalo a cada uno. Él, en el centro del salón, y los niños correteando a su alrededor estrenando los juguetes recién recibidos. Inesperadamente, uno de los niños pasó a su lado confiadamente, y el tío le sacudió un tortazo. El niño, lógicamente, entre el susto y el dolor, rompió en llanto. Y la madre del niño agredido se dirigió al tío agresor con una pregunta indignada. –Tío, ¿Por qué le ha arreado ese soplamocos a Manolito, mi niño? Y el tío, que no camuflaba sus filias y sus fobias respondió: –¡Porque es muy feo, joe, y me da mucho coraje!

Algo parecido le tiene que suceder a Biden con Antonio. En la última fotografía de jefes de Estado y de Gobierno dada a conocer, Biden preside en el centro de la primera fila la inmortal imagen, en tanto que Antonio, el representante gubernamental de España, se sitúa en la cuarta hilera, el último de la izquierda – derecha para el espectador–, y a medio metro de no salir en la foto. En la fotografía que nos hicieron a los reclutas de la 3ª Compañía en Camposoto con nuestros oficiales, suboficiales, cabos primeros y cabos rasos, en parecida ubicación que la de Antonio se hallaba un recluta muy torpe, Mármol Moranchel. Y el fotógrafo se lo comunicó al Capitán: –Mi capitán, el recluta Mármol Moranchel está tan esquinado que no sale en la foto. Y el capitán reaccionó con lógica y sosiego: –Mejor, que no salga, por feo y por tonto.

Antonio no es feo. Hay mujeres que aseguran que se trata de un hombre guapo, hortera, pero guapo. Y jugó al baloncesto de joven. No metía una canasta, pero lucía en la cancha. Eso sí, cada vez que sale fuera de España, los demás gobernantes le dispensan el trato que siempre se le ha concedido al último mono de la reunión. Culminada la placa, el grupo se deshace en subgrupos que hablan de las cosas que se comentan después de hacerse una fotografía, pero Antonio no es reclamado por nadie. Porque de Antonio ninguno se fía, ninguno le respeta, a ninguno interesa y a ninguno divierte. Antonio es el tonto de la clase, el que no se entera de nada y para colmo, cada vez que abre la boca aburre a las ovejas con sus mentiras, obviedades y barbaridades. Eso, que gobierna con los comunistas, y ese detalle en el mundo libre no ofrece garantía alguna. Es el último en llegar y el primero en escapar a toda pastilla al aeropuerto. Siempre le quedará Doñana. Bueno, no siempre, para fortuna de España.

Me apena porque el feo se lo hacen a los españoles. Pero hay que ser generoso y saber disculparlos.