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La mamandurria sindical

Les faltaban en caja dos millones de euros de la clase trabajadora y no se habían dado cuenta. Raro, raro

Confieso que nunca he creído en los sindicatos. Partir de la teoría de que los empresarios quieren explotar a los trabajadores me parece fundarse sobre una mentira. En el empresariado, como entre los periodistas, los médicos y los jugadores de balonmano, hay buenas y malas personas. El problema con los sindicatos es que siempre se creen que los empresarios son el enemigo y no quieren entender una evidencia: para que el trabajador tenga unas mejores condiciones laborales y una mayor retribución, la empresa tiene que ganar más, no menos.

Confieso que en las ocasiones en que en España se ha declarado una huelga general he ido a trabajar sin faltar un solo día. Y en las huelgas que se convocaron en mi anterior empleador también. Hasta el día en que un piquete informativo me informó rompiéndome la ventana del coche de una pedrada. La dirección de la empresa me dijo que era mejor que no fuese a trabajar los siguientes días. No obstante, yo presenté una denuncia ante la Policía y la propia empresa me rogó más tarde que la retirase para rebajar la tensión. Que con la tensión de la agresión ya me había quedado yo y los pobres apedreadores no tenían que sufrir.

Cuento todo esto porque estos sindicalistas de UGT y CCOO, tan preocupados por el cambio climático, las políticas de género y los derechos de los independentistas catalanes, no parecen nada preocupados por los transportistas en huelga. Y les parece muy bien que el Gobierno haya alcanzado un acuerdo con los que no están en huelga. Que es una forma genial de negociar. Porque es como jugar un partido de fútbol y meter un gol de penalti en un momento en que no estaba el portero. Quizá el árbitro no lo consideraría válido. Y tampoco tienen nada que decir del precio de la luz que obliga a detener la producción en muchas industrias y afecta a la retribución de los trabajadores. Y no parece que vayan a movilizarse contra un Gobierno cuya desastrosa gestión ha llevado la inflación al 9,8 por ciento, algo no visto en España desde hace 37 años. Una tasa de inflación que empobrece a todos los trabajadores.

Estos sindicatos que hicieron dos huelgas generales contra el Gobierno de mariano Rajoy en menos de un año –con un éxito perfectamente descriptible– no tienen nada que echar en cara al Gobierno de Sánchez porque la situación de los asalariados –que ellos dicen defender– quizá no sea idónea, pero la suya, viviendo de la mamandurria que les provee este Gobierno, es inmejorable y es mejor no movilizarse, no vaya a acabar cayendo el jefe del chiringuito y tengamos que trabajar de verdad. Vade retro, Satana.

En este contexto a nadie puede sorprender la noticia de las últimas horas según la cual la Fiscalía de la Comunidad de Madrid ha denunciado a una empleada de UGT que se llevó dos millones del sindicato en dos años. Una empleada. No un alto cargo directivo del sindicato. ¿Qué cuentas tendrá la UGT para que se pueda tardar dos años en percatarse de que faltan dos millones de euros en la caja? ¿O en connivencia con quién actuaba esa «trabajadora»? Porque lo cierto es que éste es el tercer caso de este tipo que ha tenido lugar en el sindicato. Los dos anteriores fueron denunciados por la propia organización. Pero este no.

Les faltaban en caja dos millones de euros de la clase trabajadora y no se habían dado cuenta. Raro, raro.