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¿Cuándo nos convertimos en Venezuela?

España tiene mal remedio porque los damnificados por la reforma urgente que necesita son, a la vez, los responsables de impulsar esa reforma: ETA se disolvió antes que los sindicatos de la Administración Pública

El Gobierno ha recaudado 7.500 millones de euros extra gracias a la inflación, en el mismo tiempo en que a usted le ha subido el precio de todo un 10 por ciento; ha seguido soportando uno de los cinco esfuerzos fiscales mayores del mundo; ha visto crecer la tarifa de la luz, el gas o la gasolina entre un 30 por ciento y un 100 por ciento y no ha tenido una revisión salarial o ha sido mínima.

El contraste es abrumador y se confirma al ver la declaración de patrimonio y bienes de los ministros, publicada en el BOE por imposición legal y no voluntad personal: todos tienen ahorros, propiedades, planes de pensiones y acciones que, según la definición de Pablo Iglesias, les convierten en ricos, con él y la madre de sus hijos a la cabeza.

Apenas hay alguna excepción, como Yolanda Díaz o Diana Morant, pero hasta en ellas sus menores recursos suena a fenómeno pasajero, truco contable o vida loca: no hay más que ver a Ione Tabarra o a Irene Mortero para entender que tratan sus puestos, por definición efímeros, como cargos vitalicios.

Nadie se monta un Falcon Crest en Galapagar si cree de verdad que su contrato, en el mejor de los casos, va a perdurar los cuatro años de una legislatura: la compra de un casoplón delata la voluntad de eternizarse y la necesidad de mantener unas retribuciones que jamás les ofrecería nadie en la vida real.

Tenemos gobernantes que no han trabajado en nada antes ni tienen dónde trabajar después, y que adquieren hábitos de esclavo con su jefe para mantenerse y de aristócrata ante la sociedad con esos ritmos de vida.

Esa combinación de falta de experiencia, subordinación lacaya y costumbres elitistas explica buena parte del problema de España: legislan y deciden sobre cosas que no conocen; entregan su conciencia al patrón a cambio de un hueco y anteponen, finalmente, el confort propio y el de su industria al de la sociedad de la que viven.

Que se esté discutiendo antes la reducción de las pensiones que la de Ministerios, en el país con más garzones por metro cuadro enmoquetado; demuestra la normalización del bandolerismo

España tiene mal remedio porque los damnificados por la reforma urgente que necesita son, a la vez, los responsables de impulsar esa reforma: ETA se disolvió antes que los sindicatos de la Administración Pública que, conchabados con cualquier Gobierno de cualquier color, pactan el impúdico reparto a pachas de los recursos públicos en nombre de los ciudadanos que los pagan para luego gastárselos en sus propios privilegios.

Que se esté discutiendo antes la reducción de las pensiones que la de Ministerios, en el país con más garzones por metro cuadro enmoquetado de Europa; demuestra la normalización del bandolerismo como gran ideología del momento: todo se puede recortar, todo se puede pagar más caro, a todos se les puede sacar aún más; pero ni hablar de bajar a Sánchez del Falcon, quitarle la niñera a Irene o decirle a Garzón que se busque un trabajo decente.

La mera continuidad del Gobierno más amplio de Europa, con el mensaje que eso lanza de ahí para abajo para legitimar el abuso hasta en el rincón más pedáneo de la industria política y sindical española; es suficiente para entender que nada se va a arreglar si no se llena España de camioneros, los únicos que se han atrevido a desafiar a un régimen instalado en Sierra Morena.

Si al borde de la ruina y con los alimentos racionados, como si fuéramos una colonia de Venezuela, sigue pensando que los malos son los transportistas, todo lo que le haga Sánchez será poco para lo que se merece.