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El Gobierno de la «chiqui»

La receta de Sánchez, «chiqui» Montero y la «chulisima Yolanda», consiste en mantener o incrementar los impuestos para aumentar la recaudación y poder seguir gastando a manos llenas

El «sanchismo» no cejará desde ahora en la estrategia propagandista de tapar sus vergüenzas políticas con la guerra de Ucrania culpándola de los males de nuestra economía. Esta guerra es ya para Sánchez una suerte de purga de Benito con la que justificar la desidia, desdén y ausencia de medidas, desde hace meses, mientras aumentaba la inflación y no se recuperaba el PIB previo a la pandemia. El Gobierno y sus corifeos repiten como papagayos la definición propagandista con la que Sánchez trata de endosar a Putin la crisis de precios y el empobrecimiento paulatino de los españoles: «Plan Nacional de respuesta a las consecuencias económicas y sociales de la guerra de Ucrania». Sánchez, con su propaganda, pretende ocultar que la inflación no estaba ya desbocada en 2021 y que los ciudadanos, mucho antes de que el sátrapa ruso invadiera Ucrania, no tenían problemas para pagar la luz, los carburantes o la cesta de la compra. No es casual que la renta per cápita de los españoles haya caído 1.154 euros desde que Sánchez entró en la Moncloa y formó su primer Gobierno en 2018. La pandemia influyó pero también su mala gestión acreditada en informes de análisis, como el de Mapfre Economics, que sitúan al Gobierno de España como uno de los peores en la administración de la crisis sanitaria.

Acostumbrado a mentir por rutina se olvida Sánchez que de vez en cuando es bueno decir alguna verdad para que te crean cuando mientes y que es mejor una verdad dolorosa que una mentira útil como creía Thomas Mann. Pero es sabido que «sanchismo» y verdad son una pura contradicción. Prometió, entre otras medidas, rebajas fiscales a los presidentes autonómicos para afrontar la crisis y de lo dicho en La Palma sólo queda el recuerdo y la constatación que con este presidente de Gobierno no se puede ir ni a heredar.

Alberto Núñez Feijóo ya sabe que Sánchez no es nada fiable y en tanto nuevo líder de la oposición y del PP haría bien en rechazar en el Congreso ese Plan Nacional mientras no incluya las prometidas rebajas fiscales de La Palma, cosa que no cumplirá. Muy al contrario la nueva consigna de la factoría monclovita consiste en asociar bajada de impuestos con un estado de bienestar deteriorado. Premisa falsa que alienta la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, según la cual, las rebajas fiscales debilitan el estado de bienestar . Claro que Montero es la misma rigurosa hacendista que soltó aquello de: «Chiqui, pasarse en el presupuesto es fácil y total 1.200 millones no son nada». Son, efectivamente, las «cosas chulísimas» de este Gobierno, parafraseando a Yolanda Díaz, otra ilustre «miembra» del mismo.

El criterio y consenso de los expertos difiere, sin embargo, del diagnóstico «sanchista» para frenar la inflación y recuperar la economía: rebajas fiscales, incluido deflactar en el IRPF la brutal subida de la inflación y un pacto de rentas frente a la fiscalidad elevada, subvenciones y ayudas por las que ha apostado el Gobierno.

La receta de Sánchez, «chiqui» Montero y la «chulisima Yolanda», consiste en mantener o incrementar los impuestos para aumentar la recaudación y poder seguir gastando a manos llenas. Baja engañosamente el déficit gracias a los ingresos extras de los precios desbocados y sigue aumentando la deuda que va camino del 120 por ciento del PIB.

Paradójicamente la receta social comunista conduce inevitablemente a un Estado rico y a un país cada día más pobre. Un Estado rico y un país de tiesos. Montero presume de recaudar más que nunca mientras los ciudadanos apenas llegan a fin de mes. Con estas cosas «chulisimas» de intervenir alquileres y empresas prohibiendo despidos y manteniendo o incrementando la presión fiscal, sí se debilita el bienestar de todos aunque el particular de este gobierno y de los suyos apenas se resienta. Total, como diría la «chiqui» de hacienda, pasarse en el presupuesto está tirado y ¿qué son 1.200 millones?, no son nada.