Guareschi en El Debate
Ochenta años más tarde, la ideología y el sistema más asesino y criminal de la Historia de la Humanidad, el comunismo, sigue vigente y pujante gracias a la cobardía de las derechas buenistas de Europa y los Estados Unidos
Los derechos económicos del presente artículo no me pertenecen. Sus auténticos propietarios son los herederos de Giovanni Guareschi. Me explico. Desde niño hasta muy mayor he sido un lector y admirador empedernido de la saga de don Camilo y Peponne – Pepón-. Guareschi no era buenista. Era un hombre bueno, que es muy diferente. El Alcalde Pepón es un comunista, un animal, fuertísimo, y en el fondo una buena persona, extraño fondo en un comunista. Y don Camilo, el párroco, su gran adversario, es otro animal, fuertísimo, capaz de defender a Dios a leñazos. Dios le regaña continuamente. Al final, el equilibrio es absoluto, si bien don Camilo vence a Pepón en la calidad de influencias. A Pepón le influye Stalin y a don Camilo, el Cristo Crucificado.
Tengo por costumbre tener tres libros en mi mesilla de noche. Uno de los tres es de antigua lectura recuperada. Y ayer recuperé de mi biblioteca «El Camarada don Camilo», el menos don Camilo de los don Camilo. Pero me sorprendió la juventud y oportunidad de su prólogo, firmado por el propio Guareschi, y escrito en el año 1959. Cambiando paisajes y nombres, cuando lo leía, me asombró su vigencia, no en la Italia del decenio de los cincuenta, sino en la España de 2022. Destaco algunos párrafos.
«La generación actual de italianos es la de los rectos, de los objetores de conciencia, de los antinacionales, de los negristas, y ha crecido en la escuela de la corrupción política, del cine neorrealista y de la literatura socio-sexual de izquierdas. Por lo tanto, más que una generación, es una degeneración. ¡Qué hermosa era la Italia mendicante de 1945! Retornábamos de la prolongada hambre de los Lager (1) y encontramos a Italia reducida a escombros. Pero entre los montones de cascotes bajo los cuales se pudrían los huesos de nuestros muertos inocentes, palpitaba el aire fresco y limpio de la esperanza. ¡Qué diferencia entre la Italia pobre de 1945 y la pobre Italia de 1963! Entre los rascacielos del milagro económico, sopla un viento cálido y polvoriento que huele a cadáver, a sexo y a la cloaca.
En la Italia millonaria de la Dolce Vita, está muerta toda esperanza de un mundo mejor. Ésta es la Italia que trata de combinar un horrendo mejunje de demonio y agua bendita, mientras una nutrida formación de jóvenes sacerdotes izquierdistas (que ciertamente no se parecen a don Camilo) se disponen a bendecir, en nombre de Cristo, las banderas rojas del Anticristo. La bonachona polémica contra el comunismo, puede ser aceptada hoy tan sólo si se enmarca la vicisitud en la época en que se produjo. A esto, podría objetar el lector: 'Si tu narración es anacrónica porque la gente ha cambiado de parecer respecto al comunismo, ¿por qué no has dejado tranquila tu narración en la tumba?' Porque – respondo yo-, aún existe una pequeña minoría que no ha cambiado de parecer respecto al comunismo y la URSS, y debo tenerla en cuenta.
Por lo tanto, me propongo dedicar esta narración a los soldados americanos muertos en Corea, a los últimos y heroicos defensores del Occidente asediado. A los supervivientes y sus familias, porque ellos no pueden haber cambiado de parecer. Y lo dedico a los soldados italianos muertos combatiendo en Rusia, y a los sesenta y tres mil, que caídos prisioneros en manos de los rusos, desaparecieron en los horrendos 'Lager' soviéticos y cuya muerte se ignora aún. A ellos está dedicado el capítulo décimo titulado 'Tres tallos de trigo'.
Esta narración mía está dedicada también a los trescientos sacerdotes emilianos asesinados por los comunistas durante las sangrientas jornadas de la liberación, y al difunto Papa Pío XII que arrojó la Excomunión contra el comunismo y sus cómplices.
Está dedicada asimismo al Primado de Hungría, el indómito cardenal Mindszenty, y a la heroica Iglesia Mártir. A ellos está particularmente dedicado el capítulo «Agente Secreto de Cristo».
Y me propongo dedicar el último capítulo al difunto Papa Juan XXIII. Y eso –séame perdonada la debilidad-, no sólo por las razones que todos conocen, sino por una razón personal mía.
En junio del 63, entre las declaraciones hechas a los periodistas por personalidades de todo el mundo , se publicó la del señor Auriol, socialista, que fue presidente de la República Francesa cuando el Papa Roncalli era Nuncio Apostólico en París. Y dice el señor Auriol: ”Un día, el primero de enero de 1952, acordándose de mis disputas con el alcalde y el párroco de mi municipio, me mandó como regalo de Año Nuevo el libro de Guareschi 'El Camarada Don Camilo' con la siguiente dedicatoria: 'Al señor Vincent Auriol, presidente de la República Francesa, para su distracción y deleite personal. A.J. Roncalli, Nuncio Apostólico'". El Don Camilo de 1959 es el mismo e idéntico que el de 1952. Y publico esta narración, aunque sea anacrónica, para distracción y deleite espiritual de los pocos amigos que me quedan en este desquiciado mundo. Giovanni Guareschi».
Más de ochenta años más tarde, la ideología y el sistema más asesino y criminal de la Historia de la Humanidad, el comunismo, sigue vigente y pujante gracias a la cobardía de las derechas buenistas de Europa y los Estados Unidos. Y en España, por ahora, sólo se han atrevido los comunistas a arruinarnos y llenar de excrementos nuestras leyes. Pero ellos no se detienen. Katyn y Paracuellos nos aguardan.
Es posible que en la presente ocasión, quizá se produzca el milagro, y no nos dejemos engañar. En España, me refiero.
(1) Lager. Campos de concentración y exterminio soviéticos en tiempos de Stalin, fundamental referencia de los dirigentes de Podemos.