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Un líder que duda

Tal vez por ello los militantes del PP nunca tuvieron dudas sobre quién debía ser su líder tras la marcha de Rajoy

Uno de los ejemplos de la política pueril, que denunció Rajoy en su libro, tan premonitorio en tantas cosas, es la relación un tanto bipolar que acabamos desarrollando con nuestros líderes políticos. Algo parecido al fervorín de las adolescentes ante esos grupos de jovencitos con peinados imposibles: entusiasmo desbordado por un par de canciones y luego nada.

Indudablemente un líder necesita ciertas aptitudes y encanto para mover el ánimo de los votantes pero, en algún momento, la cosa se nos ha ido de las manos. Si echamos la vista hacia un pasado no tan lejano, podemos comprobar que hemos llegado hasta aquí acumulando un reguero de cadáveres políticos; cuajados de carisma, pero cadáveres en definitiva. Todos venían a inaugurar un tiempo nuevo de la democracia española. Todos fueron jaleados por su oratoria, por su frescura o por su capacidad para sortear los códigos de la política clásica. Destilaban seducción por cada uno de sus poros y encandilaban a las audiencias de las tertulias televisivas. Pero, con el mismo entusiasmo con que los jaleamos, les dejamos caer sin el menor reparo y sin dedicarles un minuto de duelo.

En el Congreso de Sevilla, Alberto Núñez Feijóo, el flamante nuevo presidente del PP, advirtió a sus compañeros que es un hombre que duda y que no es infalible. No son unas palabras usuales en un mundo de tanta certeza impostada y por ello destacan. Feijóo, que acumula muchos más éxitos políticos que likes en su cuenta de Instagram, ha querido vacunar a los suyos contra tanta volatilidad suicida. Llega a la presidencia del PP por aclamación popular, pero sabe que desde mañana va a tener enfrente a un sector de la derecha que ya afila los cuchillos para ir a por él al primer traspiés. Son los infalibles de siempre, los que nunca dudan pero, paradójicamente, tampoco aciertan nunca.

Después de este fin de semana, el PP ha vuelto a los clásicos de la política, que es lo que cabe esperar de un partido que se proclama conservador. Vuelven la experiencia, la defensa de la marca y la solidez; la racionalidad frente a tanto vaivén emocional y un discurso hecho menos de adjetivos y más de sustantivos. Un PP que será menos oposición y más alternativa.

Si, como parece, la sociedad española ha empezado a curarse del brote de acné populista que inauguró la irrupción de Podemos, los populares habrán acertado de pleno con la oferta política que presentan tras este congreso. Feijóo es un líder que duda y eso constituye toda una declaración de intenciones. Quien duda piensa las cosas dos veces. Y aunque ello no garantiza el éxito, al menos sirve para evitar muchos errores.

A pesar de sus dudas, o acaso gracias a ellas, Feijóo ha logrado cuatro mayorías absolutas y una imagen de solvencia y eficacia incuestionables. Tal vez por ello los militantes del PP nunca tuvieron dudas sobre quién debía ser su líder tras la marcha de Rajoy. Ni hoy, ni hace cuatro años.