Fundado en 1910

Ni putas ni coca

Las despedidas de solteros en Andalucía terminan en escenarios de fornicios pagados cuando el novio es socialista. Ahí, quizá, don Felipe Sicilia ha sido excesivamente prudente

Me conmueve y emociona la actitud valiente del dirigente socialista andaluz don Felipe Sicilia. El vibrante político ha criticado duramente las costumbres de su partido, el PSOE, que en Andalucía ha dejado un reguero de puterío clamoroso. Y se ha propuesto terminar de una vez por todas con el vicio desde Despeñaperros a Tarifa y desde el Egido a Ayamonte. Sus palabras han retumbado contundentes: «Quiero una Andalucía que acabe con la prostitución». Nadie puede achacarle debilidad en su ímpetu. Puede considerarse elemental soltar una frase de esa envergadura y callar posteriormente. Don Felipe Sicilia no calla y expresa tres deseos de hondas esperanzas relacionadas con su deseo inicial.

«Quiero una Andalucía donde las despedidas de solteros no terminen yéndose de putas». «Quiero una Andalucía en la que un trato no termine cerrándose en un puticlub». «Quiero una Andalucía que no tenga establecimientos de putas en las carreteras».

Ahora entiendo la resistencia de mi familia cuando pedí permiso a mi madre para acudir a la despedida de soltero de un gran amigo del Puerto en el decenio de los setenta del pasado siglo. Mi madre jamás me dio razones que justificaran su negativa. Lógicamente, después de la intervención de don Felipe Sicilia, he abierto los ojos. Las despedidas de solteros en Andalucía terminan irremediablemente en un local de putas. No obstante, he procedido a hacer diferentes averiguaciones, y me han tranquilizado. No todas terminan en el vicio remunerado. Algunas, sí.

Las despedidas de solteros en Andalucía terminan en escenarios de fornicios pagados cuando el novio es socialista. Ahí, quizá, don Felipe Sicilia ha sido excesivamente prudente. Fornicios pagados con el dinero de los ERE y tarjetas de crédito emitidas por la FAFFE.

Viajé a Córdoba para ultimar un trato editorial. El editor y el autor –yo, mi persona–, nos reunimos a cenar. Me hizo la oferta. La acepté. Firmamos el contrato. Brindamos. El editor se fue a su casa, y el autor –yo, mi persona, insisto–, me fui al hotel. Por la mañana volvía en un AVE tempranero a Madrid. Es decir, que cerramos un trato en el restaurante, no en un puticlub. Esa pureza contractual se debió, sin duda, a que ni el editor ni el autor –¿he dicho que el autor era yo, mi persona?–, no éramos socialistas, ni sindicalistas ni puteros. El señor Sicilia no se dio por enterado de nuestra ejemplar actitud.

He viajado en coche de Madrid a Andújar, Córdoba, Sevilla, Ronda, Jerez y el Puerto de Santa María en más de un centenar de ocasiones. Hacerlo en primavera es un prodigio, porque Andalucía es un asombro. Se dice que las tropas napoleónicas al mando del general Dupont, superado Despeñaperros, desde el púlpito de Sierra Morena, presentaron armas en honor a la belleza del primer paisaje de Andalucía.

Si no es cierto está bien inventado. La duquesa de Alba, que llevaba a Sevilla en las venas y en su alma, ordenó detener el coche para disfrutar del prodigio de una vasta extensión de campo andaluz florido. Y apuntó el punto kilométrico del milagro. Llegada a Sevilla llamó a su administrador, para que éste investigara quién era su propietario y si se podía alcanzar un acuerdo para adquirirlo. El administrador se comportó con diligencia y dio razones a la duquesa al día siguiente. «Señora duquesa, ese campo le pertenece a usted desde el siglo XVIII».

Y, efectivamente, hay locales de esparcimiento primaveral y silvestre en abundancia. Pero los que se detienen en esos locales, lo hacen igual en la carretera de La Coruña, la de Burgos, la de Barcelona , Santander, Bilbao, San Sebastián y Valencia. Y en la de Asturias, siempre que se atrevan a enfrentarse a la alcaldesa de Gijón, que manda dídimos.

Don Felipe Sicilia debe dirigirse con más valor a sus compañeros de partido, sus sindicalistas más próximos, sus camaradas más puteros con dinero robado, sus cercanos consumidores de mariscos, y sus más allegados progresistas aficionados a la cocaína. Porque los andaluces no son ni puteros ni cocainómanos, y si alguno comete alguna travesura sexual, se la paga de su bolsillo.

No de los ERE y con tarjetas de crédito a cargo de FAFFE.

No obstante, señor Sicilia, enhorabuena por su valor y sus informaciones.