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Feijóo será una china en el zapato de Sánchez

Feijóo dio muestras suficientes de una solvencia política que no debe tranquilizar al actual inquilino de la Moncloa, acostumbrado a la mediocridad y puerilidad que impregna y contagia su quehacer diario

A pesar de sus cuatro mayorías absolutas y los muchos años que lleva en política, es probable que hasta él mismo tenga la impresión de que nunca, antes de haber sido elevado súbitamente a la presidencia del PP, le habían observado, seguido y medido en fondo y forma ,como hasta ahora. En ese sentido, su llegada a Moncloa con los deberes hechos en un cuaderno y varios folios bajo el brazo, cuando la mayoría de los visitantes de Sánchez acuden con menos papeles que una liebre, fue toda una declaración de intenciones y la mejor puesta en escena posible para salir de encerronas como la que le había preparado el presidente de gobierno y que, definitivamente, Feijóo lidió con la diligencia y profesionalidad de un Emilio de Justo en las Ventas.

Alberto Núñez Feijóo acudió a Moncloa sin un orden del día previo y con la filtración antes de la cita al diario El País, norma de la casa «sanchista», de los once pactos que Sánchez, en otro alarde de su habitual trilerismo político, pretendía endosarle sin anestesia en forma de trágala y sometimiento, a cambio de no afearle los acuerdos con Vox y de no apelar al recurrente mantra de un PP alineado con la ultraderecha y en permanente estado de crispación. En cambio, se encontró con un Feijóo tranquilo y moderado que a la salida del encuentro ponderó la cordialidad del mismo pero dejando claro, sin levantar la voz ni emplear descalificación alguna, que la reunión no había sido lo fructífera que habría deseado por que no podía ofrecer ninguna buena noticia económica a las familias.

En una economía casi de guerra como la que sufrimos, Feijóo llevó a Moncloa propuestas sobre bajada de impuestos, en concreto del IRPF a las clases bajas y medias, para compensar la fuerte subida de los precios, junto a una reducción del gasto superfluo. Solo le faltó decirle a Sánchez que siguiera el consejo de Thomas Jefferson e hiciera un gobierno vigorosamente frugal y sencillo y no como el que preside de 22 ministerios. En cambio se encontró con que la prioridad de Sánchez no es tanto la economía de la gente, que apenas llega a fin de mes, como las renovaciones del órgano de gobierno de los jueces y del Tribunal Constitucional. Estoy seguro de que los españoles pueden seguir comiendo con los actuales CGPJ y TC sin renovarse, pero no sin más medidas que amortigüen la pérdida de su poder adquisitivo mientras el Estado recauda gracias a la inflación 7.500 millones de euros extra en los dos últimos meses.

No resulta descabellado sospechar que el desinterés de Sánchez por abordar con Feijóo una rebaja de impuestos y una reducción del gasto público en contraste con su interés obsesivo por renovar el Poder Judicial obedece no sólo al mandato constitucional sino, sobre todo, a la necesidad de colocar a vocales afines a sus intereses políticos y de sus socios podemitas e «indepes» como hizo en el Tribunal de Cuentas.

Si no hay pacto sobre las cosas de comer que importan a los ciudadanos en estos momentos, haría mal Feijóo en negociar algo con Sánchez sobre el CGPJ que no sea el cambio que reclaman las asociaciones judiciales y la Unión Europea para despolitizar la Justicia española con la elección mayoritaria de los vocales por parte de los jueces y no de los partidos.

En su primer envite como líder de la oposición frente a Sánchez, Feijóo dio muestras suficientes de una solvencia política que no debe tranquilizar al actual inquilino de la Moncloa, acostumbrado a convivir con la mediocridad y puerilidad que impregna y contagia su quehacer diario. Si además de la economía el nuevo líder del PP no olvida que también hay espacio para las ideas, necesarias para ilusionar a un país en el que sobra propaganda y frivolidad y se echa de menos esa política para adultos que reclama Rajoy en su libro, habrá acertado con la hoja de ruta que puede guiar de nuevo a los populares hasta el palacio de la Moncloa.