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El camarada Santiago

Que en España tengamos hoy como miembro de nuestro Gobierno a un tipo que no sólo cree que los rusos lo están haciendo bien en Ucrania, sino que condona las violaciones de los Derechos Humanos perpetradas durante décadas por la guerrilla de las FARC es una muestra de nuestro trastorno colectivo

Tengo reiteradamente recordado que la última vez que hubo una Monarquía europea con un Gobierno en el que participaban los comunistas fue en Rumanía tras la Segunda Guerra Mundial. El Rey Miguel los tuvo en sus Gobiernos hasta que un ministro le puso una pistola en la sien mientras le obligaba a firmar su abdicación. La habitual cortesía de los comunistas.

En España tenemos comunistas en el Gobierno desde que Sánchez les invitó a entrar. Y su presencia se hace notar. Esta semana ha resaltado entre ellos el secretario de Estado de Agenda 2030, que es el nombre oficial del proyecto socialcomunista para derribar las bases de nuestra sociedad. Y este tipo que vive a costa de nuestros impuestos es, además, el secretario general del Partido Comunista de España: Enrique Santiago.

El camarada Santiago se negó a aplaudir la intervención ante las Cortes Españolas del presidente ucraniano Volodimir Zelenski. No negaré cierta coherencia en su actuación. Los comunistas no quieren pueblos libres y menos liberados de Moscú. Porque para los comunistas del mundo entero Rusia sigue siendo la referencia. Igual que los comunistas chinos, los rusos han reformado su sistema con un capitalismo salvaje y amoral en el que siguen mandando los comunistas de siempre. Y desde siempre los comunistas se han caracterizado por imponerse a sangre y fuego, porque lo de ganar elecciones limpias nunca se les ha dado demasiado bien. El camarada Santiago cree que Zelenski tiene que ser derrotado y no le aplaude. Es coherente.

Confieso que tengo cierta debilidad informativa por este camarada Santiago desde hace años. Porque este dirigente del proletariado del barrio de Salamanca de Madrid saltó a la fama en mi patria colombiana, donde negoció en nombre de las FARC el acuerdo de paz con el presidente Santos. El acuerdo que los colombianos rechazamos en un plebiscito y que, con lógica comunista, Santos impuso en contra de la voluntad popular. Y creo que yo tuve bastante que ver con su fama: él era el jefe ideológico de las FARC en la mesa de negociación en La Habana. Él representaba a una guerrilla dedicada al narcotráfico, que explotaba a menores de edad a los que reclutaba a la fuerza y entre los que había abusos sexuales. A mí me indignaba eso, como es lógico, y el 27 de agosto de 2016 publiqué en ABC un artículo titulado «El comunista español que gobierna en Colombia». Aquello desató una cascada de llamadas de medios de comunicación colombianos para preguntarme por Enrique Santiago, del que nada sabían. Semanas más tarde el camarada Santiago me presentó una querella criminal por mi artículo y por mis respuestas a las preguntas de mis colegas colombianos. Huelga decir que la querella fue archivada.

Que en España tengamos hoy como miembro de nuestro Gobierno a un tipo que, no sólo cree que los rusos lo están haciendo bien en Ucrania, sino que condona las violaciones de los Derechos Humanos perpetradas durante décadas por la guerrilla de las FARC, es una muestra de nuestro trastorno colectivo. Y que este representante de narcotraficantes y abusadores de menores sea el responsable de la tóxica Agenda 2030 es el acabose. En estas manos estamos.