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El poder de la oposición

Sánchez no está dispuesto a hacer un solo gesto para facilitar el acuerdo, como es su obligación y su responsabilidad. Sánchez no negocia. No sabe hacerlo

La renovación del Consejo General del Poder Judicial es, probablemente, la papeleta más difícil a la que se enfrenta Alberto Núñez Feijóo en su aterrizaje como líder de la oposición. Jamás en nuestra vida democrática se han concitado unas circunstancias más complicadas para este acuerdo político. Hasta ahora los distintos líderes que han tenido el centroderecha y el centroizquierda en España siempre consiguieron pactar y propiciar el funcionamiento satisfactorio de la institución. Pero la irrupción de Sánchez, el rey del «no es no», ha llevado la polarización a todos los rincones de nuestra arquitectura institucional. Esas tensiones han venido a confluir sobre la justicia, que hoy se percibe como el último dique de contención contra los excesos del sanchismo.

Sánchez reclama a los populares el cumplimiento de las previsiones legales para acometer la renovación, pero no está dispuesto a hacer un solo gesto para facilitar el acuerdo, como es su obligación y su responsabilidad. Sánchez no negocia. No sabe hacerlo. O gana o pierde. O domina o cede. pero en ningún momento de su trayectoria se ha mostrado capaz de liderar la búsqueda de soluciones pactadas. Ahí tenemos el ejemplo de lo ocurrido en sus dos entrevistas del jueves pasado. Al líder de la oposición, ni agua; ni siquiera el detalle de cortesía de comprometerse a estudiar sus propuestas. Pero al Rey de Marruecos le ha entregado la neutralidad española en el conflicto del Sáhara por un plato de cuscús y la vaga promesa de unas relaciones normalizadas. Dicho de otra manera: Sánchez le exige a Feijóo la misma sumisión que él le ha mostrado de Mohamed VI.

Pedro Sánchez nunca ha visto la política como una deliberación democrática sino como una imposición del más fuerte, sea la mayoría parlamentaria o el rey de Marruecos. Por eso es capaz de mentir y desdecirse de sus promesas sin el menor reparo. Por eso mantiene en el Consejo de Ministros a las nulidades de Podemos y por la misma razón no tuvo empacho en cargarse la reputación de la Fiscalía General del Estado con el nombramiento bochornoso de Dolores Delgado. La renovación del CGPJ la planteó desde el primer momento como un contrato de adhesión de la oposición a su mayoría parlamentaria. Sin más.

A un político institucional como Feijóo, el cuerpo probablemente le pedirá cerrar este enojoso asunto y dedicarse a la economía, que es lo que realmente preocupa a los españoles. Nadie se lo puede reprochar. Lo celebrarían especialmente los jueces, que están ansiosos por salir de un bloqueo de más de tres años y lo agradecería mucha gente de bien que añora gestos de distensión en la política española.

Sin embargo dudo que Sanchez consiga de Feijóo esa rendición que tanto busca. El líder de la oposición tiene mucho menos poder que el presidente del Gobierno, pero en una democracia como la nuestra aún tiene la fuerza suficiente para enseñar a un personaje como Sánchez el significado de la palabra consenso.