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Ximo, Oltra y la gran familia

Si no fuera porque son de izquierdas, habrían tenido que hacer el petate por la presión a la que estarían sometidos, a causa de sus desvergonzadas ejecutorias

Los valencianos han cantado bingo con su presidente y su vicepresidenta. Si no fuera porque los dos son de izquierdas, habrían tenido que hacer el petate por la presión a la que estarían sometidos, a causa de sus desvergonzadas ejecutorias. Pero, albricias, ambos han nacido en el lado bueno de la vida, allí donde puedes tener a toda la familia viviendo de las subvenciones públicas o, incluso, contar con un espécimen de marido que abusa de una menor tutelada y, después de mirar hacia otro lado como Administración pública, decir que pío pío tú no has sido, y que no te pase nada políticamente pese a que la Justicia te ha imputado.

Joaquín Francisco Puig Ferrer, más conocido como Ximo Puig, es un ejemplo de la desfachatez política. Fue periodista antes que presidente, y es de los que apoyó a Susana Díaz en la guerra contra Pedro Sánchez y uno de los dimisionarios en la ejecutiva del PSOE que forzó la salida del hoy presidente en 2016. De aquella guerra, Ximo y García-Page son los únicos supervivientes, quizá porque sus tragaderas son dignas del Guinness. Hábil donde los haya, ha conseguido reforzarse como barón socialista tras la defenestración de Ábalos, que aspiraba a madrugarle el sillón.

Y es que la capacidad camaleónica de Ximo es paranormal: vale igual para un roto centralista que para un descosido populista. Contagiado por su socio en el Gobierno, Compromís, el gran Puig a veces se envuelve en la bandera del nacionalismo moderado, al estilo de su hermano mayor, el PSC. Un camelo que es pura sumisión al independentismo. Y ahora se ha especializado en atacar a la Comunidad de Madrid, tildándola de paraíso fiscal porque baja los impuestos. Él los sube y ahora se entiende por qué: tiene a media familia incursa en una investigación judicial por irregularidades en las subvenciones públicas. La cuñada emitía facturas en su tienda de perfumes, un hermano alquiló su sede a la empresa de otro hermano y su hijo fue contratado con ayudas que están bajo sospecha. Por no hablar de Francis Puig, el hermano que ya fue sancionado por Competencia por llevarse no de manera muy limpia un contrato de la tele autonómica. No me digan que esa familia no es un pozo con fondos.

Y si los valencianos no tuvieran suficiente con el mal olor que desprenden los casos del clan Puig, sentada muy cerca en el Consejo de Gobierno está Mónica Oltra, investigada por un asunto de todavía más putrefacto hedor. Es sospechosa de haber tapado nada menos que los abusos de su marido a una niña tutelada por su Gobierno. A ella, como a Ximo, las hordas que dictan sentencias y mandan al paredón mediático (Oltra se hizo un máster en ejecuciones civiles con Rita Barberá), no le reprochan nada.

Supongo que una vez descontados los argumentarios facilones de la izquierda, sobre lo mala que es la derecha que les afea sus corruptelas, los electores de la Comunidad valenciana que no viven de las paguitas públicas de Ximo y Moni, no estarán muy contentos con la bochornosa representación de sus dos máximos dirigentes. Venían a regenerar la política de su Comunidad, pero nunca como ahora ha estado tan mugrienta. Y el tizne tiene dos nombres a los que pagan los valencianos. Y usted y yo.