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Viernes Santo 2022

Hoy en día vemos cómo la Fe es cada vez menos valorada o escasamente considerada como algo relevante

La Semana Santa ha vuelto a la calle. La libertad recuperada permite que los españoles manifiesten su Fe o al menos su cultura en las calles de nuestro país. Porque España todavía es un país culturalmente cristiano. Y se puede ser agnóstico, incluso ateo, y eso es perfectamente compatible con el cristianismo que impregna toda tu cultura, popular e intelectualmente. Ese cristianismo del pueblo español se manifiesta estos días por las calles que vuelven a ver pasar las procesiones acompañadas por miles de penitentes y de espectadores que quieren ver su Fe confortada con tallas sagradas o imágenes de enorme simbología en cada localidad.

Confieso que en mi familia nunca tuvimos una gran querencia por las procesiones de Semana Santa. Creo que la primera vez que asistí a una fue en Sanlúcar de Barrameda y ya estaba estudiando la carrera. En mi Santander natal no íbamos a esa manifestación popular de la Fe. Pero sí hacíamos todos los años el Viernes Santo siete visitas al Santísimo en los altares temporales de otras tantas iglesias o capillas. Hace unos años, pasando estos días en Lanzarote, descubrí que era imposible hacer esas visitas porque las iglesias abrían sólo a la hora de los oficios.

Hoy estoy en Santo Domingo. Realmente me impresiona que en la República Dominicana, país que vive del turismo, en el Viernes Santo se cierre absolutamente todo. No se pueden visitar museos, muchos restaurantes no sirven comidas ni cenas –esto sí que es tomarse el ayuno al pie de la letra– y se da así la espalda al turismo que alimenta a la mayoría de los dominicanos. En el fondo me admira que la Fe siga teniendo aquí un arraigo tan profundo como para priorizar la festividad de la Pascua sobre los intereses comerciales. Pero mi sorpresa se convierte en estupor cuando se me dice que también cierra la Catedral Primada de América, la de la capital dominicana. Que el turismo está prohibido y tampoco allí hay visitas al santísimo. Sólo se abrirá para los fieles a la hora de los oficios. Y me pregunto si éste es el resultado de la merma de la Fe en mi generación y las venideras, un síntoma que se detecta en tantos países. Algo debe tener que ver. Pero también creo que nuestras autoridades eclesiásticas debían dar alguna facilidad a los creyentes.

Creo que todos sabemos que la primera y más común de las formas de acercamiento a la Fe es por medio de la formación en este terreno que se transmite de padres a hijos. Yo recuerdo muy bien cómo con siete años, cuando estaba ingresado en un hospital por una intervención quirúrgica menor, mi madre me enseñó a rezar la Salve, sin duda la oración que más me ha acompañado toda mi vida. Generalmente los hijos que ven la Fe en sus padres y que son animados a practicarla junto a sus progenitores, tienen muchas más posibilidades de consolidar esa Fe que quienes no son educados en ella. Esto es una obviedad. Pero hoy en día vemos cómo la Fe es cada vez menos valorada o escasamente considerada como algo relevante. Afortunadamente en la Iglesia surgen nuevos caminos, lo que demuestra que está viva. En la generación de mis hijos oigo hablar de instituciones que no existían cuando yo era un adolescente y que hoy llenan de vida a la Iglesia. Quiera Dios que cada año en el Viernes Santo podamos reflexionar y concluir que Cristo murió por todos nosotros y nosotros sabemos reconocer su sacrificio.