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Sánchez se lleva el dinero de tu esfuerzo

Penosa la mansedumbre con que la sociedad española ha aceptado la eliminación de las desgravaciones de los planes de pensiones

Millones de españoles que han comenzado estos días a lidiar con la declaración de la renta se están llevando un desagradable chasco. Si antes les solía salir a devolver, o más o menos empataban, o tenían que pagar un poco… ahora se encuentran con que les cae un rejón.

¿Cuál es la razón? Pues muy sencilla: un Gobierno socialcomunista, bromazo que jamás sale gratis. Una de las primeras medidas de Sánchez consistió en eliminar las desgravaciones de los planes de pensiones individuales. Le parecían poco socialdemócratas para su esquema de resentimiento social y ensalzamiento de la mediocridad. Así que el Gobierno «progresista, feminista y ecologista» actuó y ahora Sánchez ya trinca otro bocado más del dinero que tú ganas con un enorme esfuerzo. Sucede en un país donde el Día de la Liberación Fiscal cae el 30 de junio de cada año, porque todo lo que ganamos hasta esa fecha se lo lleva Hacienda.

Mientras la izquierda rezonga su cantinela de que «necesitamos una fiscalidad progresiva para que los ricos paguen más», la realidad es que ya vivimos en un país socialista. Aquí todo aquel que osa a levantar la cabeza y tener éxito económico es castigado por un sistema de aliento confiscatorio. El PSOE siempre aplica la misma receta, no tiene otra: gastar atolondradamente y abrasar a impuestos a la clase media que trata de prosperar.

En España hay ocho millones de planes de pensiones particulares. No están precisamente en manos de millonarios. Amancio y compañía ya se las apañan sin eso. La inmensa mayoría los han suscrito familias de clase media, que se esfuerzan para controlar sus gastos y los veían como un óptimo instrumento de ahorro. Cargarse las desgravaciones de esos planes es una medida necia, que solo atiende a un móvil de izquierdismo doctrinario. Resulta lacerante la mansedumbre con que lo ha aceptado la sociedad española, cada vez más pastueña y menos liberal.

Hace ya tiempo que las cuentas no cuadran en nuestra caja de la Seguridad Social, porque tenemos un panorama demográfico atroz: los viejos desbordan a los jóvenes. El sistema baila en la cuerda floja. Con la incorporación de los baby boomers se puede ir a hacer gárgaras. Así que tendría más sentido que nunca fomentar el ahorro privado de las personas de cara al crepúsculo de sus vidas. Pero eso no gustaba a socialistas y comunistas, enemigos de que los particulares manejemos nuestro dinero como nos plazca, alérgicos a todo modelo donde no mande la zarpa del Estado. Han preferido asociar las pensiones al IPC para comprar votos, una ruta que con la inflación despendolada puede meterle un pufo extra de hasta 18.000 millones a unas arcas del Estado que ya hacen agua.

Se está construyendo un país que subvenciona la indolencia y la falta de iniciativa. Un festival peronista, que se sostiene a costa de crujir a las clases medias, paganas de todas las verbenas, pero jamás invitadas al baile. En España empieza a resultar peligroso trabajar demasiado. A poco que escales económicamente, Hacienda te espera con su estaca y, de propina, te verás fuera de la red de ayudas públicas. El resultado es una sociedad cada vez más conformista y menos productiva. Se va perdiendo el intrépido afán de ir a más que distinguió a nuestros padres y abuelos e hizo posible el extraordinario despegue de España. Nuestras calles se van convirtiendo en un paisaje de abueletes, porque somos tan cómodos que ya ni siquiera queremos tener hijos. Se aspira a un trabajo cómodo, de currar poquito y a ser posible como funcionario. Si me surge un problema, que me lo arregle el Estado, por supuesto. Ese es el proyecto de vida que hoy te cuentan muchos chavales en la veintena: «Yo no quiero vivir para trabajar como ha hecho mis padres. Yo lo que quiero es vivir: viajar, disfrutar con mis amigos...».

¿Para qué esforzarse si somos socialistas?