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El algoritmo

Si Sánchez dice que Ayuso y Mañueco no han sido los más votados, más que una mentira es una amenaza y un anticipo de que tiene un plan por lo civil o lo militar

Pedro Sánchez dedica 73 millones de euros a comprarse un algoritmo inteligentísimo con el que puede monitorizar, en tiempo real, lo que se piensa y se dice de él en esos mundos de Dios. Como si hubiera dudas al respecto: por mucho menos dinero, e incluso gratis, puede obtener la respuesta.

Le bastaría con pisar un poco la calle o hacer que lo haga en su nombre alguno de los dos billones de asesores, amigos de la infancia, cuñados con carné y demás fauna que pasta el erario público en nombre del estado de bienestar, aunque su existencia tenga tanto que ver con la sanidad, la educación o las pensiones como la guerra en Ucrania con la Eurocopa de Ucrania.

Ya le adelanto yo el resultado, presidente: le ponen a escurrir, no le soportan, detestan sus mentiras, repudian sus alianzas, sufren sus decisiones y, aunque usted se ve a sí mismo como Kennedy, le ven más parecido con el marqués de Esquilache. Provoca usted, y lo sabe, una mezcla de contracciones del píloro y de ganas de motín.

Suelte la pasta: se lo dejo en la mitad y puede mandar a paseo el algoritmo.

El conocimiento de a qué dedica dinero ajeno Pedro Sánchez no es nuevo: le hemos visto viajar en Puma a bodas familiares; marcharse a Estados Unidos como el Príncipe de Zamunda; irse de mítines sociatas en el Falcon o colocar a su mujer, sus padres, sus amigos y sus pelotas, de un modo u otro, en puestos que no hacen falta ni merecían, sin ningún pudor y saltándose incluso las explicaciones que ya le exigen por ley.

Pero aunque la posibilidad de escandalizarse con las andanzas de Sánchez se redujo a la nada desde que, en pleno debate de su abyecta moción de censura, apelara a la dimisión de un ministro alemán por falsificar su currículo mientras él plagiaba su tesis; siempre queda hueco a la sorpresa.

No contento ya con usar el presupuesto público como una cuenta corriente personal; con criminalizar un pacto de PP y Vox y llamar «centroizquierda» a la sodomía de Podemos y Bildu; con hundir a España hasta límites inéditos desde la Guerra Civil y con imponer el diezmo feudal como método recaudatorio de moda; se ha ido a decirle en público a Susanna Griso que Ayuso y Mañueco no fueron los más votados en sus respectivas elecciones.

Si algo enseña la reciente historia del sanchismo es que, aunque mienta mucho, lo relevante de sus mentiras es que son también una amenaza y un anticipo de sus próximos movimientos: si el algoritmo de Sánchez dice que en Madrid y en Castilla y León ha ganado él, que nadie dude de que tiene un plan al respecto. Si no es por lo civil, será por lo militar.

Menudo es Sánchez, el Piqué de Moncloa: por mucha espalda que tengan, nada que ver con su cara.