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Rubiales, la privacidad y el Estado de derecho

Cómo es posible que, en un país civilizado y avanzado como es el nuestro, el contenido de un teléfono móvil sea de conocimiento general. Ríanse ustedes de esa pretendida Ley de Protección de datos. Papel mojado

Tiene razón Luis Rubiales, el presidente de la Federación Española de Fútbol, cuando se pregunta cómo es posible que, en un país civilizado y avanzado como es el nuestro, el contenido de su móvil sea de conocimiento general. Estamos ante una de las mayores amenazas de la democracia, procedente del pésimo uso que de las nuevas tecnologías hacen determinadas autoridades y determinados funcionarios y por supuesto de los delincuentes que han encontrado un nuevo camino para sus fechorías. Ríanse ustedes de esa pretendida ley de protección de datos. Papel mojado. No sirve de nada, hasta que alguien se arme de paciencia y determinación y dé la batalla ante el Constitucional. He ahí una buena causa para todos esos foros de la sociedad civil que pululan por ahí como diletantes políticos, pero no se comprometen con asuntos cruciales en cualquier Estado de derecho que se precie, como son la presunción de inocencia, la defensa de la privacidad y la intimidad personal. Es ya el último paraíso que nos queda. Pero nosotros mismos, y los periodistas muy especialmente, caemos en todas las trampas que nos tienden en esta materia. Ahora sabemos que el ingente y millonario caudal de correos electrónicos de WikiLeaks no fue ninguna proeza del periodismo de investigación, sino un robo manifiesto, dentro de la nueva versión de la guerra fría, por parte de Rusia a Estados Unidos. Ese que amenaza ahora con tirar un misil nuclear, ese señor llamado Putin, es el verdadero artífice del hurto masivo de comunicaciones oficiales de los norteamericanos. Hay que recobrar el Estado de derecho y tenemos que convencernos los ciudadanos de que somos nosotros quienes estamos siendo cómplices de esta regresión de nuestros derechos civiles, y para más inri lo hacemos inocentes y satisfechos. Luis Rubiales, al menos en esto, tiene toda la razón.