El show de Truman Sánchez
A diferencia del personaje de Jim Carrey, Sánchez es él mismo el que adapta el guion original a la actualidad convulsa en la que vivimos
Pedro Sánchez es probablemente el único primer ministro europeo que, preso de su solipsismo, anunció hace unos días que iba a visitar una zona de guerra. A diferencia de la mandataria danesa, con la que acaba de coincidir en Kiev, nuestro Rambo particular agrandó su leyenda vendiendo, contra el necesario secretismo que demanda la seguridad, el más épico episodio de la docuserie que le está grabando el cineasta Curro Sánchez Varela para la posteridad. Hay quien dice que ese documento gráfico plagado de viajes en Falcon, gafas de aviador, chapas televisivas en pandemia, regañinas al PP, algún fundido a negro del besamanos real, la persecución pasillera a Biden y ahora los chalecos antibalas, se proyectará en las Universidades como el antidiós de un político democrático, transparente y patriota
Sánchez anunció el mayor envío de armas y equipamiento militar de España a Ucrania. Nada que objetar, pues, al viaje a Kiev (desde luego más real que la pantomima de su foto con dos teléfonos de Gila), si no fuera porque el que ahora se presenta como un estadista responsable «conmovido» con la matanza rusa estaba hace 53 días sentado en TVE ejerciendo de pacifista adolescente, y negando el envío directo de armas al pueblo ucraniano, tributo al dúo Belarra-Montero. Es verdad que el activismo podemita le duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks. O lo que duraron las trolas sobre no pactar con Iglesias, no entregarse a los filoetarras o agravar el delito de rebelión para castigar el golpe de los independentistas. Es ese cinismo antropológico que Sánchez comparte con el candidato americano al que encarna George Clooney en la película Los idus de marzo, cuando reconoce que cada vez que traza una línea en la arena, tiene que desplazarla.
Hace unos meses, los periodistas fueron convocados para acompañar al presidente a un viaje a Letonia y algunos todavía siguen preguntándose qué córcholis hicieron allí, más allá de engordar el documental sobre un sufrido presidente que igual planta cara a una pandemia que a una guerra. Sánchez ya no gobierna (si es que lo hizo alguna vez) sino que graba su vida para una película biográfica. Como en El show de Truman, gestiona en su provecho la realidad simulada, pero a diferencia del personaje de Jim Carrey, Sánchez es él mismo el que adapta el guion original a la actualidad convulsa en la que vivimos. Si va Boris Johnson a Kiev, por qué no va a hacerlo él.
Me pregunto qué se hubiera dicho de Rajoy si hubiera llenado de cámaras la Moncloa para ser inmortalizado mientras se resistía a que Europa interviniese nuestra economía contra las recetas de la izquierda política y mediática. O mientras gestionaba la abdicación de un Rey y la llegada al trono de su hijo. Que el presidente use a la prensa no tiene gracia, pero no sé si a Zelenski y a sus heroicos conciudadanos les gustará mucho verse de figurantes en medio de la devastación de Mariúpol o del asedio a Leópolis cuando, dentro de un año, los creativos de Sánchez presenten el publirreportaje.
El show de Sánchez presenta hechuras ya de premio Goya a la mejor serie de ficción. Y Netflix, que está en racha, lo emitirá. Al tiempo.