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No te defiendas, que es peor

En España, el supuesto pacifismo de Podemos busca el fin de la guerra, sí, pero solo para desarmar a Ucrania y consolidar la ocupación rusa

Pablo Iglesias, el Bela Lugosi de la política española, salió esta semana de las tinieblas para recordar los tiempos en que lideraba Podemos y arrearle un mandoble a la ministra de Defensa. Margarita Robles se había tomado con cierta guasa el antimilitarismo de sus colegas de gabinete Belarra y Montero. Les recordó que mientras Putin no haga caso de sus proclamas pacifistas, lo que toca es ayudar a Ucrania a defenderse enviando todo el material necesario para ello. Pero Iglesias no podía dejar sin vengar el nuevo ridículo de sus viuditas políticas y pidió pista para recriminar a Robles el caso del supuesto espionaje a los líderes independentistas.

Iglesias ha venido a poner en evidencia, tal vez sin quererlo, la profunda conexión de todo el movimiento independentista y antisistema con la estrategia de Putin contra las democracias occidentales. Sabíamos de los lazos del independentismo con Moscú, de las visitas de emisarios de Puigdemont a Julian Assange y del apoyo de recibieron en redes desde bots radicados en Rusia y Venezuela. Sabemos también que Podemos ha seguido en España todas las campañas de desinformación diseñadas por Moscú, pero existe otra conexión estratégica más profunda: la de buscar el desistimiento de las democracias agredidas.

Putin planteó su ataque convencido de que Ucrania, consciente de su inferioridad militar, renunciaría a defenderse. Ese era su planteamiento: no os defendáis, que es peor. Cuando los ucranianos demostraron su voluntad de resistir, la guerra derivó en una sucesión de atrocidades inimaginables con el mismo argumento: no os defendáis, que es peor.

En España, el supuesto pacifismo de Podemos busca el fin de la guerra, sí, pero solo para desarmar a Ucrania y consolidar la ocupación rusa de parte de su territorio. Del mismo modo, los escrúpulos democráticos que blasonan en el caso de las escuchas a dirigentes independentistas solo persiguen desarmar a la democracia española para que sus enemigos puedan socavarla con menos resistencia.

Ahora quieren convencernos de que es antidemocrático vigilar a dirigentes políticos que cada día nos anuncian su voluntad de volver a subvertir el orden constitucional. Que no cuenten conmigo para ello, entre otras razones porque no tengo motivo para pensar que nuestros servicios de inteligencia no actúen conforme a la legalidad.

El CNI fue decisivo en la lucha contra ETA. No pudo anticipar los atentados del 11-M, pero después se convirtió en un referente en todo el mundo en información contra el terrorismo islamista. Y en los días previos al golpe independentista contribuyó a desmontar pieza a pieza todo el entramado administrativo creado por Puigdemont y Junqueras. Entonces no pudo detectar las famosas urnas, pero estoy convencida de que hoy ya sería capaz de hacerlo. Y eso es lo que yo espero de mi país: que sepa defenderse.

Aunque me gustaría mucho más que el presidente del gobierno no hubiera escogido como socios políticos a quienes ahora tiene que vigilar para que no vuelvan a delinquir.