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El violador boliviano

No puede ser que un salvaje con antecedentes penales por agresión sexual ande suelto en la misma España donde, mientras, se criminalizan tantas cosas por los mismos que ahora callan ante este horror

Ante la detención de un joven boliviano de 20 años, con antecedentes de agresiones sexuales, por volver a las andadas y violar, golpear, destrozar y abandonar en un descampado a una menor de 16, podemos hacer tres cosas:

  • Esconder los detalles biográficos del sinvergüenza: su nacionalidad, su trayectoria delictiva y su educación para evitar que se extienda la sospecha sobre todos los de su origen.
  • Contar los hechos tal y como son, pero dando por supuesto además que existe una causa más amplia de fondo, por ejemplo la inmigración descontrolada, que de algún modo los explica.
  • Quedarnos en el caso particular y exigir explicaciones para el mismo.

Quizá lo correcto sea encontrar la fórmula para combinar las tres opciones en las dosis adecuadas, en el orden oportuno, con la proporción de cada una precisa y sin excesos retóricos inflamables.

No hace falta recordar que, curiosamente, los que más van a exigir que nos limitemos a lo justo, como si el salvaje ataque a una niña pudiera resolverse con un frío teletipo de tres líneas; son los mismos que optan por la segunda opción cuando el verdugo y la víctima son otros.

Llama la atención la facilidad con la que incluyen un asesinato machista en un concepto mayor, el «patriarcado» por ejemplo; pero luego se niegan a aplicar el mismo enfoque sobre otros fenómenos que también permiten acercamientos colectivos, igual de exagerados:

Si un hombre español mata, ¿el género entero ha de ser observado, pero si un fundamentalista oprime a la mujer no se puede analizar el papel de la religión en la escala de valores que tal vez explique esa desigualdad? ¿Si cinco desalmados violan a una chica en Pamplona pueden convocarse manifestaciones en toda España contra el «heteropatriarcado» pero si la manada es de marroquíes lo prudente es callar? Si el agresor sexual es, pongamos, un joven futbolista burgalés, ¿puede desarrollarse una teoría global sobre la educación que damos en casa y en la calle, pero si es un boliviano no?

Los delitos siempre son individuales: no se puede señalar a todos los bolivianos o a todos los menas o a todos los musulmanes, como no se puede estigmatizar a todos los hombres o a todos los católicos. Pero esto hay que decirlo siempre o no decirlo nunca. Ni patriarcados ni boliviarcados: llega con violencia machista, en ambos casos.

Y luego tienen contexto que, desde la premisa constitucional y moral de no estigmatizar grupos por cualquier condición, puede y debe analizarse para llegar a conclusiones razonables que permitan adoptar medidas eficaces.

Los delitos siempre son individuales: no se puede señalar a todos los bolivianos o a todos los menas o a todos los musulmanes, como no se puede estigmatizar a todos los hombres o a todos los católicos

En el caso que nos ocupa, el contexto está claro: un bestia con delitos sexuales previos estaba en la calle, suelto y sin collar. Si hubiese sido español, debía estar en la cárcel. Y si es de fuera, primero en prisión y luego expulsado.

No es tan difícil de entender: la mejor manera de frenar las fobias, sean de raza, credo, sexo o nacionalidad; es ser implacable con el delincuente y aplicarle el jarabe que reclama su comportamiento. Y después preguntarse en qué hemos fallado para que en España cada vez parezca más sencillo acabar criminalizado por pertenecer a un grupo, sin haber roto un plato en tu vida; y disfrutar de impunidad cuando de verdad uno de ellos hace una barbaridad.

Ni los sudacas ni los tíos somos peligrosos de antemano. Pero es increíble la cantidad de hijos de puta que andan sueltos mientras, a babor y a estribor, disparan a inocentes con metralleta.