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Sánchez también subasta el CNI

El separatismo no necesita bajarse a Madrid para humillar al Gobierno, que ya se humilla a domicilio entregando a los golpistas las cabezas de los espías para salvar el trasero de Sánchez

Félix Bolaños tuvo que dejar fuera el teléfono móvil para reunirse con la consejera de Presidencia catalana, que en la fábula sería el zorro del gallinero: tanto animalismo de pega y, cuando hay un depredador suelto, le ponen siempre a cuidar el ganado.

No hay detalles suficientes al respecto, pero se especula con que al ministro de Sánchez sí le permitieron entrar con varios botes de vaselina y un frasco grande de colutorio, en un gesto de distensión necesario para facilitar las negociaciones.

Básicamente, hay acuerdo en un punto: el Gobierno de España hará lo imposible por agradar a los golpistas y, tras disculparse por haber intentado preservar la seguridad nacional, abrirá una investigación del Defensor del Pueblo, someterá a escarnio al director del CNI y garantizará que, en adelante, los espías españoles se dediquen a tareas similares a las de la Policía Municipal de Alcorcón.

Sánchez corona su subordinación a Junqueras entregándole la cabeza del CNI sin aclarar si la supuesta utilización del programa Pegasus para investigarle a él y a otros como él contaba o no con respaldo judicial, lo que deja dos lecciones inquietantes en el camino.

Si investigó con respaldo judicial, bajarse ahora los pantalones para no ofender al socio se acerca al terreno de la traición, pues supone la prueba definitiva de que Sánchez está dispuesto a mirar para otro lado, al precio que sea menester, si por no hacerlo pone en peligro su trasero.

Y si lo hizo sin amparo de un juez, queda en evidencia su desprecio por el Estado de derecho y su imparable tendencia liberticida: si es capaz de tragarse una investigación necesaria y legal o emprender una ilegal y capciosa, es capaz de todo.

También de desclasificar unas investigaciones que deberían acabar en un juzgado o con dimisiones, pero nunca en apaño, y de clasificar a la vez como secreto de Estado sus obscenas excursiones en el Falcon o sus juergas palaciegas en Las Marismillas.

Sánchez encarna el viejo aforismo, algo soez pero descriptivo, de «al amigo el culo; al enemigo por el culo y al indiferente, la legislación vigente». Y visualiza ese lema, que es su única hoja de ruta, enviando a su número 2 a Cataluña a que lo traten como a un ñeta pendenciero en el control de una discoteca poligonera.

Por las existencias de lubricante y el sonido a gárgaras que aún perdura intuimos que no le hicieron entrar en calzoncillos al Palau de los Horrores, que en algún lugar debía llevar el kit de diálogo sanchista por antonomasia, pero que lo cachearon ofrece pocas dudas.

Y ese cacheo a Bolaños fue un cacheo a España: condenados, indultados y macarras; pero además conscientes de que Sánchez, cuando ellos tocan el pito, se humilla a domicilio. Ni siquiera tienen que molestarse ya en bajar a Madrid para cobrarse la penúltima letra del chantaje a plazos.

Pegasus ha demostrado su eficacia para detectar traidores, pues, y no todos estaban en Cataluña.