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Desnudar al Rey para vestir a otros

A ver si en Galapagar lo entienden: nuestra Monarquía es útil e integradora frente a los experimentos catastróficos republicanos

Estaban muriendo a cientos por covid en las residencias, y el entonces vicepresidente Iglesias dedicó una rueda de prensa no a dictar medidas profilácticas para salvar a nuestros mayores, sino a alentar las caceroladas contra Felipe VI. Ni una palabra salió de la boca de la segunda magistratura del Estado (Sánchez) para defender a la primera (el Rey). Bien al contrario: el presidente no ha hecho otra cosa que frotarse las manos con el debilitamiento de la institución y contribuido cuanto ha podido por desacreditarla, dando pábulo a las medias verdades sobre la conducta de Juan Carlos I, al que expatrió como tributo a sus costaleros.

A la chita callando, Sánchez ha ejercido de activista antimonárquico, anulando la agenda internacional de Felipe VI y confinando sus actos institucionales a reductos simbólicos para no herir susceptibilidades independentistas. Ahora, el Rey se desnuda económicamente en atención a su compromiso de transparencia mientras el aspirante a jefe de Estado, Sánchez, en el colmo del cinismo, esconde sus vergüenzas del Falcon, el pastizal regalado a la compañía Plus Ultra o las estancias con amigos en las Marismillas, escudándose en la seguridad del Estado. Desternillante argumento cuando envías a tu ministro a humillarse ante los golpistas por haberles espiado precisamente en nombre, esta vez sí, de la seguridad nacional.

Pues ya sabemos que el Rey tiene dos millones y medio de euros, ni un duro en el extranjero y cero propiedades inmobiliarias. No acabo de entender en qué hemos mejorado como país, pero bienvenido sea el destape si traslada al ciudadano un mensaje de necesaria rendición de cuentas (que Zarzuela ya cumplía y que el Consejo de Transparencia había premiado con un sobresaliente). Treinta años de servicio a España parecen justificar unos caudales que suponen poco más que la propinilla que da Alberto de Mónaco a su sastre o los gastillos de Isabel de Inglaterra en tapar bocas contra su hijo Andrés.

Pero ya que nos ponemos, que los republicanos, tan austeros y solidarios ellos, justifiquen también sus ingresos: ¿por qué Irene Montero ha multiplicado por 100 su patrimonio? ¿Cómo es posible que de 7.000 euros que tenía en su cuenta, ahora comparta con Pablo Iglesias una cartillita bancaria con 1,1 millones de euros? ¿Y cuál es la razón por la que Belarra disparó sus caudales un 400 por ciento tras hacerse diputada gracias al dedo del marido de su amiga? ¿O de dónde saca el exministro estajanovista Castells para tanto como destaca: cuatro millones de euros? Eso sí, escondidos tras sus camisetas proletarias.

A ver si en Galapagar lo entienden: nuestra Monarquía es útil e integradora frente a los experimentos catastróficos republicanos. Además, no se trata de elegir entre República y Monarquía, sino entre qué República y qué Monarquía: entre Venezuela y Noruega, por ejemplo. Y finalmente, en la clasificación que hace la ONU de los 198 países del mundo con mayor calidad de vida, entre los diez primeros hay siete monarquías parlamentarias como la nuestra.

Pero sigamos distrayendo la ruina económica de los españoles con reales decretos para reorganizar la Casa del Rey y para imponer la fiscalización del Tribunal de Cuentas, organismo al que curiosamente desdeña Sánchez para auditar sus despilfarros. Con lo mucho que podrían hacer Belarra, Montero, Rufián u Otegi en las dictaduras comunistas, estas sí anacrónicas y muy, pero que muy republicanas.