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Pedro el Destripador

Sánchez ha humillado al Rey, al Supremo y a los españoles, todo a la vez, en 24 horas, con una contumacia y gravedad impropia del presidente de España

Hace tiempo que en España las palomas disparan a las escopetas, los ladrones reprenden a los policías y los ateos dan clases de fe, con varios episodios escalofriantes en las últimas horas que confirman la tendencia al bochorno como estado natural del país.

Ahí tienen al Gobierno dándole lecciones de transparencia al Rey, que se deja por cierto, en las mismas horas en que este periódico ha revelado cómo Sánchez perpetró primero y escondió después una estafa legalizada para indultar a los tipos que trabajan para cargarse a España mientras viven fenómeno de España.

Sánchez, cuya única virtud política es la ausencia de límites y la habilidad para enterrar una burrada con otra burrada mayor; se sirvió de las opiniones de UGT y CCOO, de tres recortes de la prensa especializada en masajes con final feliz y de los barómetros del CIS catalán para anular las sentencias del Supremo y poner en la calle a sus propios raptores, que le dejan simular que preside algo para que el niño se entretenga y falconee.

Es decir, el actual presidente de España consultó a los amigos y familiares de «La Manada» para liberar a miembros de «La Manada» y, consciente de que ni toda su artillería mediática podría echar perfume a esa letrina, optó por esconder el crimen en un cajón a ver si el tiempo borraba la memoria de su abuso y la violada, que es el país que él técnicamente preside, se olvidaba de la violación.

En la misma secuencia cronológica, Sánchez optó por perdonarle la vida al Rey por el método condescendiente de imponerle una ejemplaridad que él no practica: el tío que se ha saltado centenares de resoluciones del Consejo de Transparencia, de la Audiencia Nacional y de los tribunales Supremo y Constitucional para subirse al Falcon con la misma agenda que un grupo de chavalitos de despedida de soltero; va e imparte lecciones de saber estar a un Jefe de Estado que siempre está, aunque a veces haya dudas de que sepa.

Sánchez, por segunda vez en un rato, es un caníbal presumiendo de veganismo. Y le quedaba la tercera. Lejos de poner en su sitio a la purria catalibán, indultada y espiada a la vez, se ha postrado de hinojos ante ella y, con escorzo de tacto rectal propio de su medio siglo de vida, ha añadido una oferta a su petición de perdón: incorporar a ERC y a Batasuna a la comisión de Secretos de Estado.

Que es algo así como nombrar a Jack el Destripador presidente del Colegio de Cirujanos. A Sánchez le ha faltado robarle el bolso a una vieja, pegar una patada a un perrito y reírse de un pobre para rematar su triste copia cañí del Patrick Bateman de American Psycho, la odisea de un pijo sin escrúpulos en un mundo decrépito.

Pero si hoy Sánchez ha sido capaz de humillar al Rey, reírse del Supremo y colocar a etarras y golpistas en el búnker de la democracia española, sin que nada pase, no se puede descartar que mañana añada al repertorio del personaje de Easton Ellis una aportación personalísima: estamos a esto de que se invente el fusilamiento sostenible, la represión inclusiva y el atraco solidario. Y de que todos le rían la gracia.